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El filme 'Dimensión Dalí' descubre la pasión del artista por la ciencia

El matemático Thomas Banchoff recuerda su relación con el pintor

En marzo de 1975, Thomas Banchoff recibió una llamada de parte de Salvador Dalí. El matemático estadounidense acababa de ser entrevistado por The Washington Post a propósito de sus trabajos sobre la cuarta dimensión, y en la foto aparecía él junto a una reproducción del cuadro Corpus hipercubicus del artista catalán. Banchoff temió lo peor: Dalí le iba a reclamar derechos de autor. Pero no, sólo quería conocerlo. "Era un gran apasionado de las matemáticas", recordó ayer el científico en Barcelona.

Se vieron pocos días después de aquella llamada telefónica en Nueva York y enseguida sintonizaron. Tanto que establecieron una relación que duró 10 años, hasta 1985. En este tiempo, el artista y el científico se encontraron en numerosas ocasiones en Estados Unidos, en Europa y en España. La última, en Figueres. Dalí ya estaba enfermo. Sólo vivió cuatro años más. Banchoff, de 65 años, que presidió la prestigiosa Mathematical Association of America y ahora es profesor de la Brown University, guarda una memoria tangible de su relación con Dalí: sus diarios, que escribía diligentemente tras cada reunión.

"Dalí tenía dos imágenes: en público, se exhibía casi como un artista circense, ofrecía espectáculo; pero en privado era un hombre muy serio, extremadamente inteligente y, en sus conversaciones conmigo, se mostraba muy interesado en conocer aspectos de lo que es mi campo de estudio, la visualización e interpretación de las formas matemáticas", explicó Banchoff.

El matemático estadounidense no es el único científico con el que Dalí entró en contacto, pero sí el investigador vivo que tuvo una relación más larga con él. La fascinación que por las ciencias sentía el artista lo llevó a relacionarse con numerosos sabios -y esta faceta de Dalí es bastante desconocida, hasta el punto de que no existe ninguna investigación académica al respecto-, entre ellos los premios Nobel James D. Watson, descubridor de la estructura del ADN; Ilya Prigogine, teórico del caos, y René Thom, teórico de las catástrofes, que inspiró el último cuadro del pintor, un óleo sobre lienzo titulado La cola de golondrina (1983). De hecho, la presencia de Banchoff en Barcelona estos días tiene justamente el objeto de difundir el vínculo del creador ampurdanés con las ciencias aprovechando la celebración del Año Dalí.

Ciencia y creatividad

Ayer, el matemático pronunció una conferencia en el Institut d'Estudis Catalans en la que analizó con detalle la pintura que originó su relación con Dalí, Corpus hipercubicus, y ha participado en el rodaje de un documental, Dimensión Dalí, impulsado por Mediapro y dirigido por Joan Úbeda, que descubre cómo la ciencia alimentó la creatividad del artista, tanto por lo que respecta a los temas como a los motivos visuales que aparecen en sus obras. El documental se estrenará en septiembre coincidiendo con la gran retrospectiva de Salvador Dalí que se expondrá en el Palazzo Grassi de Venecia.

Banchoff, pionero en la década de los sesenta en la visualización de formas matemáticas a través de ordenador, contó que el artista quedó muy impresionado por una serie de películas que hizo por aquel entonces en formato de 16 milímetros en las que representaba la cuarta dimensión en 3D. "Dalí era capaz de reconocer las teorías matemáticas sólo viendo su representación, y la que más le entusiasmaba era sin duda la de las catástrofes", recordó.

La relación entre Dalí y Banchoff -que también tenían en común su afición por la filosofía de Ramon Llull- no se circunscribió al intercambio de conocimientos teóricos. Ambos llegaron a colaborar en un proyecto: una escultura gigantesca de un caballo. La obra pasó por diversas fases. En 1978, Dalí imaginó un gran caballo de 100 metros de envergadura con una perspectiva distorsionada. En 1980, cambió de parecer: el caballo uniría dos ciudades y mediría 300 kilómetros. Por fin, pensó en un caballo cuya cabeza estuviera en la Tierra y la grupa en la Luna. Jamás llegó a esculpirlo.

El matemático Thomas Banchoff, ayer, en el claustro del Institut d'Estudis Catalans, en Barcelona.
El matemático Thomas Banchoff, ayer, en el claustro del Institut d'Estudis Catalans, en Barcelona.CARLES RIBAS

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