Volver a la política

¿Tendrá algún efecto el resultado de las elecciones generales sobre la vida política de la Comunidad Valenciana? Parece inevitable que así sea. La presencia en Madrid de un gobierno de signo político distinto al de Valencia acarreará, en los próximos meses, consecuencias de indudable importancia. Sobre todo, obligará a otra forma de gobernar. Esperemos que el buen sentido de Francisco Camps no le aboque a una posición que podríamos acabar pagando los valencianos. La reunión con Ramón Luis Valcárcel, al tiempo que se conocía el informe del fiscal, denunciando un mercado negro del agua en la Confederación Hidrográfica del Segura, no es la mejor tarjeta de presentación para reivindicar el trasvase del Ebro.

Los periódicos ya han señalado los problemas a los que deberá enfrentarse Francisco Camps, colocado de improviso ante una situación nueva, impensable semanas atrás. Los plazos de construcción del AVE, su propio trazado, el Plan Hidrológico Nacional o la Copa del América son otros tantos asuntos que deberán abordarse de un modo diferente al habitual. A partir de ahora, al gobierno de Camps le faltará, sobre todo, el crédito de los electores. Con un gobierno central del Partido Popular, las promesas que repetidamente se realizaban a los valencianos tenían garantizado un plus de credulidad. Valencia ofrecía y Madrid refrendaba. Ante la situación, el ciudadano esperaba que esas ofertas se materializaran antes o después. Un excelente manejo de la propaganda hacía el resto.

Bajo esta formula hemos vivido los últimos años y las cosas han rodado muy bien para el Partido Popular. Otro asunto muy distinto sería contabilizar la inversión real que ha recibido la Comunidad Valenciana en el periodo. Alguien debería preocuparse por hacer esas cuentas. De cualquier modo, de ahora en adelante ya nada será lo mismo. Reducido a sus propias fuerzas, el gobierno de Francisco Camps tendrá mayores dificultades para seducir a los ciudadanos con sus proyectos y deberá acostumbrarse a negociar. La nueva situación obligará a nuestros gobernantes a ser menos hombres anuncio y más hombres de acción. El cambio no será fácil.

Por encima de estos asuntos hay, sin embargo, una cuestión más urgente que afecta a nuestra salud democrática: es necesario que la política vuelva a la Comunidad Valenciana. Durante los últimos años, no se ha hecho prácticamente política en la Comunidad. Se ha gobernado, se ha mandado, pero no se ha hecho política. El desdén que Eduardo Zaplana manifestó siempre por el Parlamento está en el origen de la enfermedad. Como suele ocurrir con las infecciones, el desprecio se extendió rápidamente entre los políticos del Partido Popular, y en esas estamos.

Tras los atentados del 11 de marzo, Jordi Pujol publicó un breve artículo en este periódico titulado Habrá que recapacitar. El primer párrafo decía: "Sean cuales sean los resultados del próximo domingo todo el mundo político español deberá sentarse a recapacitar. Porque así no se puede seguir". Convendría que nuestros políticos, unos y otros, meditaran sobre las palabras de Pujol. Si pretenden servir a la democracia y que los ciudadanos los respetemos, deben hacer respetable la política y darle al Parlamento su lugar.