Desde La Internacional
Antes de que se vaya el 4 de abril, he ido a despedirme en Artium de Agrupémonos todos, una exposición que incluye curiosas fotografías inspiradas en el estribillo de La Internacional, himno por excelencia de la clase trabajadora hasta bien entrados los años setenta del siglo XX. No obstante, su espíritu solidario ha impregnado segmentos de la sociedad más amplios que el de los obreros a los que iba dirigida. De todos es conocido cómo numerosos jóvenes, de los más dispares orígenes sociales, preconizan la solidaridad casi a diario desde sus dinámicas organizaciones no gubernamentales.
Es también la esencia de esta canción la que ha servido para reflexionar a 19 artistas sobre el sentido que puede encontrarse en una reunión de personas en torno a una misma idea con gran potencialidad revolucionaria, contrastando con la vacía masificación de nuestra ensalzada sociedad de consumo. Son autores de 12 países que recogen fotográficamente grupos de personas empeñadas en un proyecto común.
Se alejan del protagonismo individual y realzan la expresión de los agrupamientos, que procuran una curiosa atracción al espectador en su búsqueda por encontrar significado a lo que se le enseña. No cabe duda que una exposición con estas características (donde también se incluyen algunas vídeoinstalaciones) permite un generoso abanico de interpretaciones, bien sea desde el punto de vista plástico y compositivo, político y literario, histórico, sociológico y, por supuesto, poético.
Son imágenes en color, de gran formato, de las que se desprenden tantas criticas, ironías o situaciones absurdas como autores participan en la muestra. Se trata de escenas preparadas para la ocasión. Más que respuestas, plantean preguntas sobre distintas actitudes humanas. Así, encontramos referencias a lo que pueden considerarse nuevos ritos y religiones urbanas, sin olvidar lo inquietante de la soledad padecida dentro del grupo que a simple vista parece escudo protector, o sobre la propia manipulación de la imagen a la que recurren muchos artistas. Estos son algunos de los temas desde los que se quieren abrir nuevas incógnitas a un espectador universal sobre la sociedad donde se encuentra.
Para acercarse a estas sensaciones, Marcos López toma los aspectos formales de la Última Cena para componer el Asado en Mendiolaza, una especie de bacanal gastronómica al aire libre, donde el protagonista central, desnudo de cintura para arriba, trincha un cordero de manera ostentosa. Andreas Gursky ubica un inaudito Parlamento en los hielos de un macizo montañoso. Son capciosas metáforas de algunos de los participantes para indicarnos en qué mundo estamos.
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