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Madrid celebra el centenario de Neruda, poeta torrencial y espejo del siglo XX

Gonzalo Rojas abre hoy unas jornadas que estudiarán su obra y su relación con España

Poco a poco se apaga el estruendo de los atentados y Madrid empieza a oír sonidos más agradables. La poesía combativa y siempre enamorada de Neruda tiene la palabra. Otro poeta chileno, Gonzalo Rojas, abre hoy las Jornadas Pablo Neruda en España, que festejan su centenario y tratarán de poner al día la obra y de revisar la vida en Barcelona y Madrid del premio Nobel de 1971. Neftalí Ricardo Reyes Basoalto (1904-1973), nombre real de Neruda, fue, según dijo ayer su amigo Jorge Edwards, "un poeta irregular y torrencial, un hombre que explica el siglo XX".

La actualidad de su poesía, su inabarcable personalidad, su combate por la causa comunista, su enorme popularidad (recorrió el mundo casi entero en sus cortos 70 años, desde Oriente a Estados Unidos, México, París, Moscú o Italia); su amor a España; su fecunda pasión por las mujeres y su inagotable bagaje de anécdotas y amistades recorrerá durante dos días este congreso nerudiano que han puesto en pie tres instituciones españolas (Casa de América, Residencia de Estudiantes y Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, SECC) y el consulado chileno.

Los actos se presentaron ayer, Día Internacional de la Poesía, en la Casa de América, y el escritor Jorge Edwards (Santiago de Chile, 1934) y el especialista Alain Sicard (Túnez, 1934) ofrecieron un primer acercamiento al autor de Residencia en la tierra.

Sicard dijo que para conocer a Neruda en profundidad hace falta dedicarle "la vida entera", y animó a leer uno de sus últimos poemas, La espada encendida, en el que piensa las heridas de la crisis ideológica y enseña a romper con la historia para inventar un mundo nuevo: "Nadie habla de ese poema, pero ésa es su lección más perdurable".

Edwards trazó una divertida semblanza del poeta y el hombre, desde sus primeras tareas consulares en Oriente ("que tanto le desorientaron") hasta su último balance vital y poético ("Siempre fuimos surrealistas").

Neruda fue un poeta irregular y torrencial, dijo Edwards, y aunque al final optó "por una simplicidad no tan simple, siempre le gustó esa cosa abigarrada y abundante de Picasso y Ramón Gómez de la Serna".

"Su vida fue el siglo XX de Chile, hasta cierto punto el español", prosiguió Edwards, "pero también el del mundo". Aunque tardó en llegar, "porque estudió muy mal inglés y francés y llegó tarde incluso a Quevedo, se escapó de Chile con razón: aquella bohemia profunda le habría costado la salud".

Hijo de un modesto ferroviario provinciano de Parral, Neruda publicó a los 20 años sus célebres Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Poco después, en 1927, fue nombrado cónsul honorario en Birmania, y luego en Ceilán, Java y Singapur: Edwards contó que de aquella etapa decía que "fue como pasar tres años en el Transiberiano", y que sólo recordaba las "estatuas indias de mujeres con brazos".

Pero su don de gentes no tenía límites. "Conoció a Gandhi y a Neru, a Malraux y Aragon, a Chandler y a Chester Himes (conocer a éste le produjo gran orgullo, era pésimo lector de novela pero gran lector de novela negra), a Stalin con su tabaco negro y áspero y su tos seca, y también la caída del estalinismo. Solía decir: 'Teníamos los bigotes demasiado largos".

Uno de sus destinos más queridos fue, sin duda, España. La directora de la Casa de América, María Asunción Ansorena, citó unos versos, escritos en plena Guerra Civil, del libro España en el corazón (1937), que cobran hoy lamentable actualidad. "Venid a ver la sangre por las calles, / venid a ver la sangre por las calles / venid a ver la sangre por las calles".

Aquellos versos, en los que Neruda hablaba a sus dos grandes amigos españoles, Alberti y Lorca, fueron quizá el mejor testimonio de su amor a España, un amor que empezó en 1933, cuando conoció al poeta granadino en Buenos Aires: "Fue una amistad intensa, apasionada y divertida", dijo Edwards. Casi tan importante, añadió, fue la generosidad del cónsul general, que al detectar la torpeza de Neruda para la burocracia en Barcelona, dijo: "Váyase a Madrid, que allí está la poesía. Yo le mando el cheque".

En Madrid nació su hija Malva Marina (en octubre de 1934), y dos meses después, Neruda dio una conferencia y un recital poético en la universidad: lo presentó Lorca. En febrero de 1935, fue nombrado cónsul en la capital; un año después publicó sus Primeros poemas en Ediciones Héroe. Y con el estallido de la guerra y el asesinato de Lorca empezó España en el corazón, subtitulado Himno a las glorias del pueblo en la Guerra.

Destituido como cónsul, viajó a Valencia y luego a París, donde editó la revista Los poetas del mundo defienden al pueblo español, dio conferencias sobre Lorca, y fundó, con César Vallejo, el Grupo Hispanoamericano de Ayuda a España. En 1939, como cónsul para la emigración española, en París realizó gestiones en favor de los refugiados españoles. A una parte de ellos los embarcó en el Winnipeg, que llegaría a Chile a finales de ese año.

Pablo Neruda.
Pablo Neruda.

Arte y compromiso

El director de la Residencia de Estudiantes, José García Velasco, y el presidente de la Sociedad Española de Conmemoraciones Culturales, Luis Miguel Enciso, glosaron la importancia de Neruda en la Edad de Plata de la cultura española. El primero habló de "un periodo universal y decente de nuestra historia"; Enciso recitó versos, aseguró que la biografía de Neruda "es acotada, no afín a todo el mundo", y explicó así su apoyo al homenaje: "La política tiene un valor secundario frente al arte".

Los actos arrancan hoy. El flamante premio Cervantes Gonzalo Rojas abrirá el ciclo con una charla titulada Imagen de Pablo Neruda (en la Residencia, a las 10.30). Luego hablarán Teodosio Fernández, Alain Sicard y José Carlos Rovira, y, por la tarde, desde las 19.45, leerán sus poemas Luisa Castro, Juan Luis Panero, el propio Rojas, Pere Rovira y Miguel Ángel Velasco.

Mañana, en la Casa de América, con el mismo horario, habrá conferencias de Álvaro Salvador (Neruda y el 27), Luis Íñigo-Madrigal, José Carlos Mainer y Jorge Edwards (Memoria personal y balance).

Y, como cierre, lecturas de Fernando Charry Lara, Luis Alberto de Cuenca, Ramiro Fonte, Aurora Luque, Jorge Reichmann y Raúl Zurita.

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