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CAMBIO POLÍTICO | Reacciones
Columna
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Derecha: la tarea pendiente

En un año en que se conmemora el centenario del nacimiento de Dalí, en ocasiones da la sensación de que la política reproduce su método paranoico-crítico. Muchos de sus cuadros consistieron en una sucesión de imágenes, ninguna de las cuales era por completo real porque ocultaba otras. Muy apropiadamente el título de uno de ellos fue El enigma sin fin.

Como una ducha de objetividad, cada elección deshace apariencias de los políticos, las transforma y las sobrepone.Sea cual sea la postura propia, no hay motivo para el regocijo o la pesadumbre sino para el análisis. De Aznar se había dicho que la Historia podía ser cruel con él; lo ha sido con rapidez inesperada. Quien había sido objeto y protagonizado tal grado de incontinencia ditirámbica parece haber quedado reducido a una estatura minúscula de cara al interior o al exterior. En algún momento habrá que intentar el juicio definitivo pero, de momento, a medio plazo cualquier protagonismo político parece desaconsejable y menos aún en el campo de la ideología. Para desgracia de Rajoy -porque no le hayan dejado o porque se ha pasado de listo- ni siquiera ha sido hallado como candidato. Tiene sobre sus espaldas un Prestige político con la escasa ayuda de una troupe de ex ministros, en su mayoría carbonizados y de futuro improbable. Hay que desearle lo mejor en una tarea tan hercúlea como necesaria.

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En democracia, los otros ganan a veces y dan ocasión para meditar. La reacción primera consiste, por desgracia, en pedir más dosis de la medicina anterior, la que agravó la enfermedad. Ya no funcionó en el País Vasco al comienzo de la década. Si la derecha debe hacer un esfuerzo serio y profundo de reorientación es porque además no es deseable ni probable que se repitan las circunstancias de 1996 o las de 2000.

No se trata sólo del estilo, en que parece claro que Zapatero recuerda más al Suárez de 1976 que a Aznar. Lo importante son las ideas. Volvamos a la metáfora de las imágenes superpuestas dalinianas. Lo cierto es que la mirada de una parte de la derecha política y social española ve cosas que no existen y prevé para el futuro otras que todavía resultan más improbables. En estas elecciones no estaba en juego España ni la democracia; tampoco lo están en el futuro. La sorpresa de los resultados lo ha provocado el error en su mirada.

Esta es principalmente el producto de una tribu de ex izquierdistas extremos, incapaces de reconocer su primer error, que combinan un neoliberalismo reduccionista y el paleoespañolismo recalcitrante. El resultado es un neoconservadurismo que se supone desacomplejado. Actúan en los medios de información y de ellos deriva la deslegitimación del resultado electoral. Las ideas en que reposan se sistematizan, por ejemplo, en el libro de Germán Yanke, Ser de derechas, por otra parte bien informado. Su origen se remonta a pensadores austriacos, como Hayek, sobre los que Galbraith ironizó recordando que, emigrados a Estados Unidos en donde exhibieron su presuntuosa pomposidad, habían logrado evitar que la política económica de su país abandonara la senda del pragmatismo. Yanke considera que la democracia es un medio, no un fin, y que el mercado es un desideratum cultural válido para solucionar cualquier problema. Todo esto parece demasiado teórico, pero se observará su trascendencia cuando añade luego que la ONU es un instrumento inservible y que en España se ha producido una "alocada" descentralización. El resultado de esta tesis es la posición de Aznar en Irak y la conversión del PP en el País Vasco y Cataluña de una alternativa improbable en un extravagante leproso.

En bien de nuestra derecha, en bien del sistema democrático y en bien del Gobierno mismo que ahora se forma, es necesario un cambio de rumbo en la primera. No basta abandonar el estilo de una época, pero tampoco es necesario considerarla como un paréntesis. Aznar ha creado un buen instrumento político y con él ha logrado algunos resultados apreciables. Pero si ha llevado a la derecha hasta determinado punto no ha intentado ni conseguido conducirla hasta el centro. Y ésa es la tarea pendiente que tienen que asumir quienes ahora la dirijan.

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