"Mi hijo nos dijo que fue a la manifestación de Madrid"
El padre de Mohamed Bekkali, encarcelado por los atentados, asegura que su hijo es un enamorado de la ciudad y del Real Madrid
"Mi hijo fue a la gran manifestación del viernes". La manifestación es la que recorrió las calles de Madrid al día siguiente de la cadena de atentados en memoria de las víctimas de la tragedia. Quien habla es el padre de Mohamed Bekkali, detenido y encarcelado como presunto autor material de la matanza del 11-M.
"Fue a la manifestación. Nos lo contó por teléfono, aún emocionado, el sábado por la mañana, horas antes de que la policía le detuviera", recuerda el padre. Mohamed Bekkali tiene 31 años. Es uno de los tres marroquíes detenidos el sábado en Madrid.
La casa de los Bekkali, un edificio colonial en un céntrico barrio tangerino de clase media, es fácil de localizar, pero su puerta no se franquea alegremente. Desde el martes por la tarde, la DST, la policía secreta marroquí, ha colocado en la entrada a dos agentes que requieren a los periodistas un permiso del Ministerio de Comunicación. El ministerio sostiene, a su vez, que el permiso es innecesario.
Una vez dentro del piso, tras aclarar el entuerto de la autorización, todo son facilidades. El padre, Mohamed, las hermanas, Fátima y Sharafa, y un primo, Mohamed Zakki, erigido en portavoz familiar, hablan por los codos al tiempo que enseñan fotos y recuerdos para tratar de demostrar que el hombre al que el juez Juan del Olmo acaba de inculpar por múltiples asesinatos es inocente.
"Mire esta foto de mi hijo en el Santiago Bernabéu", insiste el padre. "¿Sabe? Es socio del Real Madrid y le apasiona vivir en la capital española", prosigue, mientras exhibe una camiseta con el nombre de Beckham que Mohamed llevó a Tánger en uno de sus viajes.
"Alguien que quiere tanto a esa ciudad, a su equipo, nunca podría haber hecho algo así", concluye el padre apenado. Entre los papeles que la policía secreta incautó en el piso de los Bekkali figura una carta de David Beckham en la que felicita a Mohamed por su cumpleaños.
"¡Cómo va a ser islamista!", añade Sharafa, de 26 años, la más pequeña de los cuatro hermanos. "¡Pero si no pisaba la mezquita y estaba siempre pensando en salir y pasárselo bomba!". Y en apoyo de sus manifestaciones, muestra otras fotos de Mohamed en las que se le ve en la playa, paseando con pantalón corto o en un restaurante con amigos.
"Es un bromista nato", recalca Fátima. "Le voy a decir lo que ha debido pasar", afirma el portavoz familiar. "El único error de Mohamed ha sido tener con Mohamed Chaoui un negocio a medias", el locutorio de Lavapiés. Chaui, hermanastro de Jamal Zougam, estaba fichado por la policía. A Chaoui, como a Bekkali, se le considera sospechoso de ser uno de los autores materiales de los atentados. Cuando visitaba Tánger, Chaoui se acercaba a ver a los Bekkali para darles noticias de su hijo.
En la casa de los Bekkali, nada huele a islamismo. El padre, de 57 años, que posee una tienda de venta de alfombras, es un comerciante de clase media empeñado en sacar adelante a sus hijos. Ninguna de las dos hijas lleva hijab, el pañuelo islámico; dan la mano con soltura al huésped extranjero y Sharafa viste unos vaqueros ajustados. Fátima regenta, por su parte, una boutique de ropa infantil.
La trayectoria de Mohamed Bekkali, contada por su familia, tampoco irradia integrismo. Acabó el bachillerato de ciencias en el instituto Ibn Khatib, de Tánger, y se trasladó a Tetuán para estudiar en la universidad Ciencias Físicas. En 1997 emigró a Madrid para hacer un doctorado. Vivió a expensas de su padre hasta que en 2000 su negocio de teléfonos móviles le permitió independizarse. Cuando empezó a ganarse la vida, comenzó también a remolonear en sus estudios.
Los Bekkali reciben con agrado a la prensa extranjera, pero se muestran reticentes ante la marroquí. "Sin haberse tomado la molestia de llamarnos, un par de periódicos de Casablanca ya han condenado a Mohamed por terrorismo", se indigna Mohamed Zakki, el primo, que es profesor de ingeniería eléctrica en la Universidad de Tánger.
La familia se enteró el domingo de la detención de Mohamed, por llamadas de amigos desde España. Desde entonces vive pendiente de la televisión y de las radios españolas. "Fue un mazazo", recuerda Zakki. El más afectado es el padre, que ha dejado incluso de trabajar. "Lo sucedido nos parece una pesadilla y estamos deseando despertarnos", confiesa.
Los primos y un tío de Mohamed Chaoui, de 34 años, otro de los detenidos del sábado, también abren su puerta a los visitantes en la planta baja de una calle peatonal en Beni Mekada, un barrio populoso con fuerte influencia islamista. Rehusan, sin embargo, dar sus nombres para que no se les asocie con un primo de cuya honradez aseguran estar convencidos.
"La familia de Mohamed emigró a España en los años ochenta" y en 1985 el matrimonio se divorció. El padre reside en la provincia de Barcelona y la madre, con la que se crió el hijo, en Madrid. A Chaoui le han visto "en verano en alguna boda". "Le garantizo que es un buen chaval", insiste un primo que estudia Derecho en la Universidad de Tánger.
En la calle Benaliem, cerca del zoco, residió años atrás la familia de Jamal Zougam, de 30 años, el tercero de los detenidos. La presencia en el portal de policías trajeados y encorbatados, que miran de arriba abajo al forastero, facilita la localización del piso que está, sin embargo, deshabitado. "La casa sólo se anima en verano, cuando regresan de vacaciones", explica Farida, una vecina. "Si Jamal se ha hecho violento", prosigue, "ha sido en España, porque aquí era un buen chico".
Los tangerinos no resisten la tentación, a su vez, de hacer preguntas al periodista. "Es horrible lo que ha sucedido", recalca Karim, "pero ahora lo que me preocupa es qué consecuencias tendrá esto para los marroquíes en España. ¿Cree usted que lo vamos a pasar mal?".
Zougam llegó a España con 12 años
Mohamed Zougam, el padre de Jamal Zou-gam, declaró ayer que la última vez que vio a su hijo en Marruecos fue hace un año, aunque hablaban por teléfono "todas las semanas".
Zougam, que trabaja como celador en la mezquita de un humilde barrio de Tánger, dijo que su hijo no era "muy religioso" y que está seguro de que "no tiene nada que ver con los atentados" de Madrid. Jamal es el mayor de ocho hermanos, tres de los cuales viven en Madrid. Emigró a España en 1985, cuando tenía 12 años.
"Me enviaba dinero y ropa y cuando venía a Marruecos siempre nos traía muchos regalos", dijo el padre. Una hermana de Jamal declaró que están "muy preocupados" y que están seguros de que el detenido "no ha hecho nada".
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