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CAMBIO POLÍTICO | El futuro de las tropas españolas
Columna
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La retirada de tropas de Irak, entre lo que te pide el cuerpo y la 'realpolitik'

Es el 10 de junio de 2004. En dos semanas, el Congreso de los Diputados entra en su receso anual. Este día 10, se celebra un pleno extraordinario dedicado a Irak. El PSOE y los demás grupos parlamentarios han analizado un proyecto de moción para aprobar la retirada de las tropas españolas de Irak y hoy se someterá a la Cámara. El Partido Popular apoyó la guerra sin solicitar la autorización parlamentaria; el Gobierno propone al Congreso el retiro de los 1.300 soldados el 30 de junio. Todos los grupos, menos el PP, como ya ocurriera el 31 de marzo de 2003, apoyan la resolución. Una vez aprobada, el general Fulgencio Coll recibe la llamada: se inicia el regreso de las tropas.

Esta imagen no está inscrita en las cartas de ninguna pitonisa. Es uno de los escenarios que baraja el equipo de José Luis Rodríguez Zapatero para el mes de junio, en cumplimiento de la propuesta electoral comprometida en la campaña del 14-M, una promesa que, según piensa el futuro presidente del Gobierno y algunos de sus más cercanos colaboradores, ayudó en una parte importante a la victoria socialista.

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La participación de España en la promoción de la guerra de Irak, junto a la Administración de Bush y al Gobierno de Tony Blair, estuvo presente en la campaña electoral de Rodríguez Zapatero, pero sin exagerar, aun cuando hechos nuevos surgían cada día. Ya en la precampaña, Irak reapareció porque David Kay, el jefe de los inspectores norteamericanos enviados por Bush a Irak, volvió con las manos vacías y admitió que no había armas de destrucción masiva. Fue incluso más lejos, ya en los primeros días en que se abrió la campaña oficial en España, al recomendar a Bush que reconociera el error de basar la guerra en la existencia de esas armas. Por su parte, en España, el propio Hans Blix, ex jefe de los inspectores de la Naciones Unidas, insistió el martes 9 de marzo en que el trío de las islas Azores -Bush, Blair y Aznar- había exagerado y distorsionado el peligro que presuntamente representaba Irak ante sus pueblos.

Sin embargo, el líder socialista no sobreactuó en relación al papel que el Gobierno de Aznar -y especialmente su entonces número dos y candidato a la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy- se prestó a servir a favor de Bush. En cambio, fue muy concreto: si ganaba, aseguró, el nuevo Gobierno ordenaría a 30 de junio el regreso a casa de las tropas españolas. Zapatero colocó una sola cláusula suspensiva en su contrato: las tropas regresarían a menos que la ONU se hiciera cargo de la situación.

Ésta podría ser una fórmula algebraica ya que carece, como todas ellas, de términos fijos. Pero hete aquí que a la mañana siguiente de su victoria, Rodríguez Zapatero reiteró que si la ONU no se hacía cargo de Irak, ordenaría el regreso de las tropas. El titular dio esta vez -aunque formulado una y otra vez durante meses- la vuelta al mundo. En una mañana, Rodríguez Zapatero, un dirigente político que no ha viajado mucho que se diga, consiguió una audiencia internacional sin precedentes.

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Ya el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, dijo el domingo 14, cuando se conocía el virtual triunfo de Rodríguez Zapatero, que Estados Unidos está considerando la posibilidad de que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas apruebe en los próximos meses una nueva resolución sobre Irak. El presidente Bush tiene previsto para julio el regreso de un contingente de entre 30.000 y 50.000 soldados a casa. Es la película, en plan Hollywood, que piensa proyectar durante la dura campaña electoral que ya ha comenzado a mantener con el virtual candidato presidencial del partido Demócrata, John Kerry.

Pero a Powell se unieron también el responsable del Foreign Office, Jack Straw, y el ministro de Defensa británico, quien ha anunciado públicamente su deseo de "trabajar fuertemente" por la resolución que permita colocar Irak bajo mandato de la ONU y, así, conseguir que las tropas españolas permanezcan en su lugar. Todos estos pasos ya son una prueba de que Aznar nunca exigió nada y que con la inveraz coartada de que España cumplía con Naciones Unidas se plegó a Bush para lograr -aunque más no sea- una mera nota a pie de página en los libros de historia.

Ahora bien, ¿qué es lo que le pide el cuerpo al PSOE? ¿Lograr la resolución de la ONU y mantener las tropas en Irak? ¿O, lisa y llanamente, convocar hacia mediados de junio próximo un pleno extraordinario del Congreso de los Diputados, someter una moción de retirada y dejar otra vez solo al PP, después de derrotarle el 14-M?

Fuentes solventes indican que probablemente la cláusula suspensiva referida al mandato de la ONU fue colocada en el contrato de retirada de tropas con la idea de que la misma no se cumpliría, dejando así las manos libres del Gobierno socialista para cursar la orden de regreso. Sin embargo, la iniciativa anunciada por Rodríguez Zapatero y la gran receptividad alcanzada han trazado un panorama diferente al previsto. Hasta el número dos del departamento de Defensa de Estados Unidos, Paul Wolfowitz, uno de los principales ideólogos de la guerra de Irak, dijo el pasado martes, día 16, que una "resolución de la ONU puede ser muy útil" y manifestó su esperanza de que esa nueva resolución pueda "dar razones a España para permanecer allí".

Algunos dirigentes socialistas piensan que la retirada lisa y llana de las tropas españolas sería la mejor respuesta para su base electoral, un golpe que permitiría satisfacer las expectativas abiertas. Al mismo tiempo, ven como menos claro, como un mensaje más de ingeniería política, la explicación de que con una nueva resolución de Naciones Unidas las tropas se quedan donde están.

El problema es que la idea lanzada por Rodríguez Zapatero ha llegado en el momento oportuno y hay muchos países dispuestos a trabajar para que se haga realidad algo que hasta ahora parecía una quimera. "Si esa resolución de la ONU se consigue y, por ejemplo, Francia y Alemania, deciden enviar tropas, no veo cómo Rodríguez Zapatero va a seguir con la idea de la retirada", dijo un diplomático latinoamericano consultado. Pero agregó: "No veo fácil que Bush ordene a su procónsul Paul Bremer abandonar Bagdad y dejar Irak en manos de un delegado del secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan".

Si la hipótesis de trabajo es lograr la resolución de la ONU, que ha cobrado un repentino impulso con el solo anuncio de retirada de las tropas españolas, Rodríguez Zapatero debería comenzar, según fuentes diplomáticas, a sondear discretamente a los principales países del Consejo de Seguridad para trabajar en esa dirección, de modo que cuando asuma la presidencia del Gobierno, el próximo mes, ya tenga un panorama provisional de posibilidades. Sería un planteamiento de diplomacia a la grande, dicen los que favorecen esta alternativa.

La opción entre lo que pide el cuerpo -la retirada limpia- y la que sugiere la realpolitik, la política de carne y hueso -trabajar dentro del Consejo de Seguridad de la ONU y armar un consenso por iniciativa española- va camino de convertirse, pues, en una de las primeras grandes decisiones de repercusión internacional de Rodríguez Zapatero y su equipo.

Desfile de soldados españoles destinados a Irak.
Desfile de soldados españoles destinados a Irak.EFE

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