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ALIMENTARIA 2004

Los consumidores piden normas claras para el uso de etiquetas de radiofrecuencia

Un grupo de asociaciones ha manifestado su preocupación por posibles aplicaciones que vulneren la privacidad del ciudadano. Una cosa es la trazabilidad de la distribución y otra el control de hábitos del consumidor

La llegada de las etiquetas de radiofrecuencia (RFID) ha desatado la voz de alarma entre las asociaciones de los derechos civiles. Una cosa es la trazabilidad en la distribución y otra el posible control del consumidor. La introducción no regulada de estas etiquetas cuestiona la privacidad de los ciudadanos, según alegan. Las RFID tienen el aspecto de una etiqueta antirrobo normal y corriente, pero contienen un microchip con un número de identificación exclusivo. Unas antenas lectoras envían una señal de radio que es rebotada por las etiquetas con su código de identificación. Las primeras pruebas de la tecnología en Wal-Mart, la mayor cadena de supermercados de Estados Unidos, se han saldado con una enorme polémica.

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EPIC:

A mediados del año pasado, Wal-Mart realizó una experiencia en una de sus tiendas en Oklahoma. En el interior de unas barras pintalabios se ocultaron unas etiquetas RFID. Cuando los clientes cogían uno de estos productos, una cámara de vídeo transmitía la escena a empleados de la marca de cosméticos situados a cientos de kilómetros. El experimento se mantuvo en secreto durante cuatro meses. Varias pruebas más se han hecho en el país por distintas empresas con sus productos bandera.

La mencionada Wal-Mart y la británica Tesco representan la avanzadilla en la adopción de la tecnología RFID. Según un estudio de la consultora Vanson Bourne, el 41% de las grandes superficies europeas tiene planeado probar la tecnología de radioetiquetado en sus tiendas a lo largo de este año. EPIC (Centro de Información sobre la Privacidad Electrónica) es una de la treintena larga de organizaciones que, en noviembre, impulsó una declaración conjunta sobre la necesidad de regular de forma inequívoca la tecnología RFID.

Chris Hoofnagle, director asociado de este organismo estadounidense, ha desgranado para Ciberp@ís los principales peligros de la tecnología: "El riesgo es que se extienda de una forma poco respetuosa con la privacidad. Hay empresas que darían lo que fuera para controlar a un individuo en todo momento y en cualquier lugar. Nuestra intención es impedir que la tecnología desemboque en una sociedad hipervigilada".

El documento, suscrito por la web española Kriptópolis, señala una serie de recomendaciones para evitar situaciones que comprometan los derechos individuales. Para empezar, exigen transparencia: los ciudadanos deben ser informados sobre qué productos están marcados, pero también sobre la ubicación de todo aparato lector de RFID. También debería indicarse claramente el propósito con el que se están usando esas etiquetas. Entre otras cosas consideran esencial otorgar el derecho a todo consumidor de desactivar (o destruir) las etiquetas de todos los productos que compre.

Lab-ID es una empresa italiana especializada en desarrollar sistemas RFID. La compañía lleva tiempo estudiando un plan para incorporar radioetiquetas a las prendas.

Desde EPIC se advierte sobre la posibilidad de que los gobiernos decidan marcar los documentos de identidad con RFID. "Estas etiquetas no cuentan con un sistema de seguridad, de modo que responden a cualquier lector de RFID", explica Hoofnagle. "Si se decide incorporar la tecnología a un documento de identidad, cualquiera podría determinar quién eres, incluso sin tu consentimiento". Se ha publicado que el Banco Central Europeo planea la edición de nuevos billetes con tecnología RFID. Un portavoz de esta institución europea contactado por este diario se negó a confirmar o desmentir la información alegando "motivos de seguridad". Lo cierto es que estos nuevos billetes acabarían con el anonimato en las transacciones comerciales, ya que en teoría sería posible determinar el recorrido de un determinado billete. Una poderosa herramienta para evitar el fraude y el crimen, pero también una potencial merma en el derecho a la intimidad.

Miedo ridículo

Hay voces que discrepan sobre los argumentos esgrimidos por los críticos de la tecnología RFID. Mark Roberti dirige RFIDjournal.com, una revista en red especializada en esta nueva etiqueta. "Hay una gran diferencia entre lo que es posible y lo que es probable", afirma. "Lo que sucede es que estamos centrados en la noción ridícula de criminales equipados con escáneres para leer las etiquetas de las cosas que tienes en casa. En realidad estamos ignorando asuntos más importantes relacionados con la recolección y el uso de datos personales". Los fabricantes de etiquetas insisten en que se trata de una tecnología débil, fácil de desactivar. Los metales, los plásticos y los líquidos, dicen, bloquean las señales de radio antes de que lleguen a los dispositivos de lectura.

La cuestión es que por diseño, las etiquetas inteligentes pueden incorporarse de forma subrepticia a cualquier objeto sin que sean apreciables a simple vista. También, y dado que se podría asignar un código único a cada objeto, esto podría permitir asociar un producto a su comprador cuando paga. Se podrían saber con exactitud todos los patrones de consumo de una persona. Algo impagable para las empresas de marketing o aseguradoras, pero una pesadilla para el ciudadano.

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