Kioto es necesario
La revista Nature ha publicado recientemente los resultados de una amplia investigación sobre la futura desaparición de especies como consecuencia del cambio climático. Las conclusiones no pueden ser más desalentadoras: si la tendencia de emisión de gases de efecto invernadero no cambia, para el año 2050 desaparecerán entre un 15% y un 37% de todas las especies conocidas en las regiones estudiadas. Nuestros hijos, e incluso nosotros mismos, seremos testigos de la desaparición de una parte significativa de las especies que actualmente pueblan nuestro planeta y sufriremos las consecuencias de este problema global. Este estudio puede incluso considerarse optimista, ya que no considera los efectos sinérgicos de otras agresiones al medio natural como son la intensa deforestación o la contaminación.
El año 2003 ha vuelto a batir récords de temperaturas medias. El cambio climático ya está aquí, y no podemos seguir perdiendo el tiempo con debates estériles
La publicación del artículo en Nature coincide con el lanzamiento por parte de determinados, y poderosos, sectores industriales españoles de una intensa campaña en contra de la aplicación en nuestro país del único instrumento internacional existente hasta el momento para hacer frente al cambio climático: el Protocolo de Kioto. Pretenden algunos convencernos de que el cumplimiento de los compromisos adquiridos por España a través de la ratificación del famoso protocolo traerá consigo peligrosas consecuencias económicas y sociales. Nada más lejos de la realidad.
No cabe duda de que la actual corriente anti-Kioto en España viene alentada por los vientos norteamericanos que tratan de buscar aliados en su cruzada contra el protocolo que intenta romper el aislamiento del Gobierno de Washington en uno de los muchos ámbitos en los que ha destacado por su intransigencia y unilateralismo: el ambiental. La Unión Europea se ha mantenido firme y unida en la defensa de Kioto, pero, al igual que ha ocurrido en otros asuntos, el Gobierno de EE UU no vería con malos ojos que sus aliados europeos rompiesen también la baraja de Kioto. No está de más recordar las vinculaciones corporativas de la Administración de Bush para contextualizar los hechos.
En España, las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando sin control. Los últimos datos disponibles reflejan un aumento de emisiones de un 38% con respecto a las de 1990, y continúan creciendo. Mientras algunas eléctricas, lideradas por Endesa, hablan ya de renegociar el cupo de emisiones por imposibilidad de cumplir lo pactado en la ciudad japonesa, las propuestas políticas en materia energética y de transporte en nuestro país continúan promoviendo el despilfarro energético y el incremento de las emisiones de CO2, principal responsable del cambio climático. Por tanto no se observan cambios relevantes en el sector energético que nos hagan pensar que ni siquiera esté cercano el día en que las emisiones puedan estabilizarse. Nadie dice que la apuesta por Kioto sea fácil: es simplemente necesaria, urgente y, además, posible y beneficiosa.
Objetivos limitados
Es necesaria porque es el primer paso para cambiar el modelo energético actual hacia un modelo sostenible. Los objetivos de Kioto son muy limitados, pero, una vez se haya dado el primer impulso hacia la mejor utilización de la energía y el aprovechamiento eficiente de las fuentes renovables, estaremos en el camino adecuado y se avanzará mucho más rápido. Como en casi todo, los primeros pasos son los más complicados.
Es urgente porque 2003 ha vuelto a batir récords de temperaturas. El cambio climático ya está aquí, y no podemos seguir perdiendo el tiempo con debates estériles. Las condiciones de vida en nuestro planeta están cambiando, y lo están haciendo para peor. Hay que tomar medidas contra las emisiones de gases de efecto invernadero y hacerlo ya. No merece la pena seguir hablando de desarrollo sostenible si no somos capaces de dar ni un paso mínimo como es Kioto.
Es posible, porque países de nuestro entorno europeo más inmediato lo están haciendo. Alemania o el Reino Unido, por ejemplo, se han comprometido a reducir hasta en un 40% sus emisiones de gases, a través de medidas de ahorro y eficiencia energética e impulso a las renovables. Alemania, incluso cerrando sus centrales nucleares. Por último, es beneficiosa tanto desde el punto de vista ambiental como desde el tecnológico y social: los mismos sindicatos reconocen que las energías renovables generan más y mejor empleo que las convencionales por unidad de energía producida.
Kioto se ha convertido en el elemento indicador de la voluntad de las instituciones para garantizar un desarrollo sostenible. La experiencia está demostrando que no cumplir con Kioto es sinónimo de eludir cualquier compromiso con el entorno. Incumplir Kioto es, sencillamente, saquear el patrimonio de nuestros hijos y comprometer su propio futuro. Así de claro.
Juan López de Uralde es director ejecutivo de Greenpeace España.
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