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Columna
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Francia y el modelo europeo

Los objetivos del capitalismo financiero y las exigencias del conservadurismo social, que gobiernan la realidad actual, no son compatibles con el modelo europeo de sociedad. Esta incompatibilidad cuestiona frontalmente el sistema socioeconómico de que se dotó Europa en la segunda mitad del siglo XX, que lograba conciliar avances económicos y progreso social, y está provocando numerosas rupturas en su funcionamiento, a la par que suscita una exasperada búsqueda de soluciones. Pretender que Francia es el país que se ha visto más negativamente afectado por ese proceso es falsear los datos e ignorar una dinámica que ha hecho de nuestros vecinos el laboratorio más interesante entre los países de la Unión.

Decir desde posiciones alineadas con EE UU que su economía está en franca decadencia, confinada en su hexágono territorial; que el país ha iniciado una regresión irreversible y está al borde de la implosión es una operación de ignorante o interesado denigración. Pues Francia ocupa la cuarta posición mundial entre los países exportadores, que se convierte en la segunda en los sectores agrícolas y alimentarios, sólo detrás de Estados Unidos. Pero sobre todo es el gran exportador mundial de servicios donde en transportes, actividades financieras, inmobiliarias, prestaciones a las empresas y a los particulares le pisa los talones a Norteamérica muy por delante de Alemania y Japón; lo que hace que el saldo positivo de los servicios sea superior al de la balanza comercial. Sin olvidar, sin embargo, el signo permanentemente positivo que ésta tiene desde 1993, que ha convertido la exportación en el gran motor de su economía y que se ha traducido en que la demanda exterior haya crecido más rápidamente que la interior.

Quienes predicen la hecatombe de Francia deberían explicar por qué, con la sola excepción del Reino Unido, es el país europeo que atrae más implantaciones extranjeras; y por qué esas implantaciones contribuyen en más del 50% a su producción, el triple que en Alemania. Y a la inversa por qué las inversiones francesas en el extranjero sólo se ven superadas por Norteamérica y el volumen de negocio que producen las empresas francesas en el extranjero es superior al volumen de las exportaciones. Todo lo cual hace de Francia uno de los países más abiertos y globalizados del mundo y sitúa a las empresas francesas en la cuarta posición mundial. Por lo demás, su tan denunciado déficit público (4,01) no es superior al alemán y resulta inferior al de EE UU y Japón, aunque exceda del nivel de Maastricht; y en cuanto a su endeudamiento público está por debajo del de Alemania, Italia y desde luego Japón.

Pero no son estas consideraciones cuantitativas las más significativas de la Francia de hoy sino la conjunción de la voluntad de defensa de las dimensiones esenciales del modelo europeo y la emergencia de una sociedad civil, al mismo tiempo resistente e innovadora. Tres ejemplos. En estos momentos de protagonismo de las grandes empresas, Francia ha sabido aunar modernización y mundialización empresarial con la primacía familiar y de hecho entre las 50 mayores empresas cotizadas en bolsa más de la mitad son empresas familiares. Pero aún es más revelador del rebrotar de la sociedad civil desde la Francia de abajo que durante los últimos cinco años, el 43% de los creadores de empresa hayan sido empleados y obreros y el 10% inmigrantes.

La misma lectura tiene la resistencia frente a la precariedad laboral que representa la lucha de los trabajadores intermitentes del espectáculo y últimamente la movilización, ampliamente mayoritaria, del mundo de la investigación, en especial de los directores (casi 2.000) de laboratorios y centros de estudios, pidiendo mayores recursos y la estabilización de los puestos de trabajo. Estas acciones a las que se acusa de corporatismo funcionarial y de inmovilismo burocrático, responden, por el contrario, al propósito del modelo europeo de anclar al trabajador y al empleado en un contexto laboral concreto, que frente a la labilidad del norteamericano, refuerce su competencia profesional y su eficacia.

Con todo, lo más estimulante es el debate sobre el callejón sin salida de la socialdemocracia, componente fundamental del modelo europeo que, contrariamente a lo que sucede en la mayoría de los países, esta teniendo lugar en Francia tanto entre las diversas opciones ideológicas de la izquierda como en el interior mismo del partido socialista.

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