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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las pequeñas cosas

Una de las grandes novedades de la actual campaña electoral es que algunos candidatos -no todos- hablan no sólo de grandes cuestiones como el modelo territorial o la política macroeconómica, sino de temas como la sexualidad, el matrimonio, la adopción, los contenidos de la enseñanza o las ayudas a discapacitados y ancianos, que forman parte de la vida cotidiana de los ciudadanos, de sus alegrías y sus penas. Cabe felicitarse porque nuestra democracia empiece a asemejarse en este frente a otras más veteranas como la estadounidense o la francesa.

Hasta ahora la política española tenía tendencia a minusvalorar estos asuntos. Se quedaba en el plano general y no descendía al que en muchas ocasiones importa más a cada uno de los electores: las medidas para mejorar la calidad de vida de las personas, aquellas que les permitan construir un proyecto autónomo y les den más posibilidades de bienestar.

La mejora de la vida cotidiana se sustenta sobre dos ejes: las posibilidades materiales de satisfacer las necesidades corrientes y las contingencias inesperadas, y las de ejercer los derechos individuales sin cortapisas. La libertad, en suma, de poder ser lo que se es. Que el gasto social haya bajado en una década cuatro puntos del PIB o que España sea el segundo país de la UE que menos dedica a protección social -el 20,1% del PIB frente al 27% de media comunitaria- no ayuda a que las personas puedan afrontar la emancipación del hogar familiar, el nacimiento de un hijo o una decente atención de los ancianos. Si el trabajo es precario, si no hay suficientes guarderías, si tener una vivienda exige más de la mitad de los ingresos, entonces se deriva que los jóvenes sigan dependiendo de los padres, las mujeres retrasen la edad de maternidad y se tengan menos hijos. En definitiva, es más difícil cumplir los deseos vitales de todos. Peor lo tienen aún quienes sufren una minusvalía. Ningún gobierno ha sido capaz siquiera de hacer cumplir la ley que exige una reserva de puestos de trabajo para estas personas y las ayudas económicas que reciben son muy insuficientes.

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No menos importancia tiene el otro ámbito: el de la libertad para poder manifestarse según la identidad de cada uno; para ejercer plenamente los derechos individuales. Hay aquí un amplio rosario de mejoras que abordar, desde el reconocimiento de las parejas homosexuales a una ley integral contra la violencia de género, para que las mujeres no tengan que pagar con la vida su opción de libertad frente a una relación dañina.

La familia es, en cualquier caso, el elemento nuclear de las políticas que afectan a la vida cotidiana.Todos los programas electorales proclaman su protección, pero la primera gran distinción que harán bien en tener en cuenta los electores es qué tipo de familia se quiere proteger. La rígida tradicional, en declive, o la familia convivencial, concebida como un núcleo de solidaridad entre los géneros y las generaciones, que cuida material y emocionalmente de sus miembros y puede adoptar múltiples formas y dimensiones. Es decir, la familia abierta. Y en este punto, el elector observará diferencias sustanciales: hay programas que van con los tiempos y otros que van contra los tiempos.

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