Frailes, moscas, etcétera
Los Baroja, así, con denominación de origen, fueron, o son, que alguno queda, gente que gustaron de la pluma (don Pío, que es el Baroja más célebre, metía la estilográfica en el tintero como Aviraneta, su pariente conspirador hundía el plumillero en el siglo anterior) y desde la editorial familiar, la mítica Caro Raggio, que sigue en activo gracias a los hijos de Pío Caro Baroja, el sobrino aventurero y viajero de don Pío, aquel que se fue a México, como vasco sin fortuna, a hacerla, mantienen vivo el recuerdo literario de esta escasa y prolífica familia. Con este libro, titulado En aquel tiempo/Lenengo denboran/in/In illo tempore, se inicia una nueva colección, Biblioteca Barojiana, donde tendrán cabida libros de y sobre los Baroja: los escritos de y sobre don Pío, desde luego, pero también los de su hermana Carmen, la madre de sus dos sobrinos, Julio, don Julio Caro Baroja, el gran antropólogo, y también Pío Caro Baroja, que siempre ha escrito, aunque de forma menos profesional, sobre su familia, sus andanzas mexicanas y sus experiencias cinematográficas (es autor de varios documentales y ha mantenido viva la curiosidad que por el cine, incluso participaron en alguna película antigua, mantuvieron siempre los dos tíos, Pío, el escritor, y Ricardo, el pintor, grabador y también narrador).
EN AQUEL TIEMPO
Pío Caro Baroja
Caro Raggio. Madrid, 2003
194 páginas. 15 euros
En aquel tiempo (en el libro se insiste en acentuar el "aquel", pero supongo que no aporta nada la tilde sobre la e) es un delicioso libro sobre las andanzas de un par de sujetos muy enraizados en una tierra mezclada de realidades y de leyendas (uno es Machín, un álter ego del propio Caro Baroja, un indiano que regresa de México tras la muerte de su tío, a hacerse cargo de su herencia terrenal y también espiritual, y el otro, la contrafigura sanchopanzesca que es un increíble y entrañable Fillipo), que van y vienen, atravesando con naturalidad el mundo real para pasar al fantástico, el de las brujas, lamias, gigantes, que pueblan esa República Independiente del Bidasoa, que fue el viejo sueño de don Pío, tantas veces repetido, un lugar imaginario donde no cupieran ni frailes, ni moscas ni carabineros.
A Pío Caro Baroja, que mantiene viva la llama (no sólo comercial) de los Baroja y que ha escrito, ya he dicho, de México pero, sobre todo (para gusto de los barojianos que en el siglo somos), sobre su familia, sobre Itzea, la mítica casa real de Vera de Bidasoa, Vera, o Bera, tanto da, le ha salido esta vez un libro deliberadamente (o deliciosamente: cualquiera de las dos primeras partes del adverbio pueden ir dentro o fuera del paréntesis: ambos se complementan) anacrónico o más bien suspendido (como en la famosa pintura de Matisse) en el aire. Es un libro de historias y sucedidos folclóricos, situados en ningún tiempo concreto, aunque sí en un espacio real, el mundo imaginario de casheros y lamias, de contrabandistas o carabineros (unos y otros, en los Pirineos, siempre encontrándose en la misma muga) y de brujas y de monigotes de paja de carnavales, todos esos folclores que tan acertadamente estudió y recogió ese hermano sabio que tuvo Pío Caro, don Julio, el sobrino Julito, que aparece, en una línea de esta entrañable colección de relatos, como también aparece el propio Pío Caro, ese hombre con pipa que ha venido de México, o se recuerdan, en el caserón de Itzea, a Ricardo, tuerto y gruñón, y a don Pío, hombre humilde y errante, como lo llamó desde el título de un libro Pérez Ferrero.
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