La vida a través del objetivo
Los fotógrafos valencianos aportan su visión del 2003 en la muestra 'Fragments d'un any' de la Unió de Periodistes
El incendio de Buñol alcanzó un grado tal de devastación que incluso una fotografía disparada en color parece estar hecha en blanco y negro. En un vértice de la imagen apenas se detecta un poco de verde: es lo único que quedó del bosque. El resto, pasto de las llamas, como atestigua otra imagen. Ambas pertenecen a la exposición Fragments d'un any que, organizada por la Unió de Periodistes Valencians y la Fnac, fue inaugurada ayer y se podrá ver en la tienda de Valencia un mes.
Fragmentos del 2003 sellados por 52 imágenes de una realidad que adopta múltiples caras, tantas como las noticias que han marcado un año, tantas como la creatividad de los 52 fotoperiodistas de Valencia -"centauros del desierto", los llama el periodista Abelardo Muñoz en el díptico- que han elegido una de sus fotografías para esta interesante iniciativa. Se ha obviado las muy institucionales imágenes de ruedas de prensa y actos a las que, en demasiadas ocasiones, se abocan los medios.
Lejos quedan los codazos y empujones entre fotógrafos -más suaves en cualquier caso a los que se producen, por ejemplo, en el área pequeña ante el lanzamiento de un córner- por abrirse un espacio y conseguir un buen ángulo. En ocasiones, hay que hacerlo. Es el trabajo. Nada que ver con los empujones que se generaron en la gran concentración a favor del PHN en Valencia que en algunas casos degeneró en una pequeña batalla para alcanzar las raciones de paella gratis que se ofrecieron de reclamo. Los fotógrafos estaban ahí, claro, y así lo relatan con su cámara.
También estaban en el desalojo de los vecinos de La Punta de Valencia. Rostros de impotencia, de indignación, de profunda tristeza, frente a la actitud imperativa y avasalladora de la policía. Otro tipo de indignación, que tiene que ver más con la airada protesta, es la que queda impresa en las expresiones de las multitudes que se manifestaron en contra de la guerra de Irak. Hay imágenes de todo tipo: desde introspectivos primeros planos a visiones panorámicas del gentío con sus carteles No a la guerra. Tampoco se podía olvidar a José Couso. Fragmentos de un año.
Otras escenas retratan momentos se podría decir que más intimista, como el tripulante del barco Bribón, comandado por el rey Juan Carlos, pillado in fraganti mientras miccionaba en el mar; o el gesto quizá ruborizado quizá alerta de Puyol cuando le hace una entrada a un jugador ucranio al que se le escapa su pene por el pantalón. Donde hay tomate sin duda es en la tomatina de Buñol, captada en su júbilo ensangrentado o en un analítico estudio cromático. Donde se podría decir qué más quisieran es en el trinquete en el que el público no sigue con la mirada el trazo de la pelota sino los pasos de una atractiva mujer.
Todo lo recogió la cámara. Como la actitud teatralmente dura de David Carradine, la muy valleinclanesca a la par que lunática expresión de un actor de Comedias bárbaras, o la silueta a lo Hitchcock de Claude Chabrol proyectada sobre el rostro de su musa Isabel Huppert. Unas piernas anónimas son perseguidas por su sombra sobre una calle solitaria. En la más absoluta soledad se encuentra el cadáver de una persona que murió de un ataque al corazón en el interior de un autobús.
Dos trenes chocaron en Chinchilla y provocaron un estremecedor amasijo de hierros tenuemente iluminado por la noche. Extrañas flores las de una instalación de la Bienal de Valencia rodeada de un barrio que sigue con aspecto mísero. Muy diferente a la actitud festiva de unos aficionados japoneses del Valencia o de los responsables públicos que rodean la Copa del América, un acontecimiento que no parece remediar el desamparo de una familia en extrema pobreza. Hay más y el año que viene muchas más, como pretende la Unió de Periodistes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.