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El líder rebelde haitiano promete deponer las armas tras las presiones de EE UU

El primer ministro, Yvon Neptune, declara el estado de emergencia

Juan Jesús Aznárez

El general Rochambeau importó mastines de Cuba para devorar a los negros sublevados contra Francia y, dos siglos después, el comandante Guy Philippe debió ser contenido porque excitaba a una jauría de milicianos y turbas para imponerse como el nuevo césar haitiano. El retador faccioso complicaba la transición al retrasar su desarme, nombrarse jefe militar y amagar con el arresto de Yvon Neptune, primer ministro del depuesto Jean Bertrand Aristide. Estados Unidos le llamó ayer al orden y Philippe parece haber aceptado: "Entregaremos las armas y retiraremos las patrullas", anunció a la prensa extranjera.

Declarado por el primer ministro, Yvon Neptune, el estado de emergencia en Haití para restaurar la calma, siete blindados estadounidenses ocuparon ayer los jardines del Palacio Nacional de Puerto Príncipe, donde despacha el magistrado del Supremo Boniface Alexandre, simbólico presidente interino, que designó un jefe de Policía con la misión de apaciguar las calles. No será fácil. Cientos de partisanos del ex presidente en el exilio, muchos armados, batieron barriadas de Puerto Príncipe y chocaron a tiros con gente de Philippe en el mísero arrabal La Salines. La nación antillana sigue tomada por las miasmas del barbarismo y de la intolerancia que jalonan sus 200 años de república independiente.

El comandante invocó las esporádicas razias de los chimeres (huestes de Aristide) para retrasar su desarme, pero el embajador norteamericano, James Foley, le advirtió de que el orden no es cosa suya y que sus desafiantes arengas ante el populacho no tienen cabida en una solución política. La comisión de opositores, del partido fundado por Aristide y de la comunidad internacional que trabaja sobre el diseño de un Gobierno capaz de dar órdenes y hacerlas cumplir, y de hilvanar una cierta normalidad institucional, deberá acomodar a los cabecillas.

Guy Philippe, de 36 años, y un grupo de ex militares y matarifes del general golpista Raoul Cedrás (1991-94) fueron el ariete contra el Gobierno del ex cura salesiano y ahora exigen los laureles del caudillo: la dirección del Ejército, abolido a finales de 1994, y su entrada en la futura Administración.

La cuadrilla del comandante es tan revoltosa y primitiva como los contrarios. Su nuevo cuartel radica en la antigua sede del Ejército, convertido en el Museo de Arte Haitiano por Aristide, a cien metros del palacio presidencial. La gente de Guy Philippe y la marabunta anexa saquearon las galerías con una ferocidad mandinga: "¡Son los objetos del mal. Con ellos embrujó al país Aristide!". Arrasaron salones de arte vudú, descolgaron cuadros, pisotearon bustos, estatuas y cruces, destriparon cajas y desde las ventanas del museo cayeron sobre el asfalto los símbolos de la cosmogonía del negro antillano. "¡Aleluya, aleluya!". "¡Lucifer, Lucifer!". La guarnición de marines próxima permaneció impasible porque no les habían autorizado a patrullar, dijo un sargento estadounidense. Los roces con los marines han sido mínimos. Una partida de 20 milicianos irrumpió en la terminal aérea en busca de seguidores del presidente depuesto, y después buscaron a Neptune, pero retrocedieron.

Anárquica todavía, poca conciliación cabe esperarse de una sociedad que pide autógrafos a Louis Jodel Chamblain, implicado en los escuadrones de la muerte de la dictadura del espadón Cedrás.

Un seguidor de Aristide gesticula ante una imagen del presidente depuesto, junto a otras de héroes de la independencia.
Un seguidor de Aristide gesticula ante una imagen del presidente depuesto, junto a otras de héroes de la independencia.ASSOCIATED PRESS

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