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LA CRÓNICA | ELECCIONES 2004
Columna
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La vertiente vasca que todo lo marca

Soledad Gallego-Díaz

La incertidumbre electoral parece más grande en el País Vasco que en el resto de España y no porque las encuestas prevean aquí grandes cambios, sino porque todo el mundo cree que está en juego no solo el Gobierno "de Madrid" sino, muy concretamente, la política respecto a Euskadi en los próximos, y decisivos, cuatro años. Los socialistas aseguran que una nueva mayoría absoluta del PP consolidaría la línea de enfrentamiento político, jurídico e institucional con el PNV y con el Gobierno vasco, mientras que el avance del PSOE colocaría a los nacionalistas ante una vía diferente: un camino de reformas, compartidas con otros comunidades autónomas, que aseguren un nuevo consenso para 20 o 25 años. El lema socialista refleja bien esa vertiente "vasca" que marca todo en Euskadi, incluidas las elecciones generales: Un cambio de gobierno para que otra Euskadi sea posible. En el mejor de los casos, el PSE aspira a volver a ser la segunda fuerza en el País Vasco, un papel que le arrebató el PP en los años noventa. En el peor, está convencido de que logrará un segundo escaño en Guipúzcoa y, quizás, un tercero en Vizcaya. La idea es pasar de los cuatro escaños actuales (frente a siete del PNV y otros siete del PP) a cinco o seis puestos en Madrid.

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Para luchar por el difícil tercer escaño de Vizcaya, el PSE ha elegido al joven Eduardo Madina (que en el último momento tuvo que ceder su segunda, y segura, plaza al veterano Txiki Benegas).

Madina va jugando, poco a poco, un mayor papel político en Euskadi. La policía detuvo hace poco a los etarras presuntos responsables del atentado que le costó una pierna, pero Madina es poco dado a hablar de eso. Parece realmente decidido a seguir trabajando en política y no para en sus críticas tanto al PP como al PNV. "El PP, que me insulta diciendo que los socialistas no respetamos las reglas constitucionales, pretende darme una medalla. Y el PNV, que jamás se ha preocupado de la víctimas, hace ahora como si le importaran, con una campaña que mejor hubieran retirado".

Retirada o no, lo más chocante de la dichosa campaña del pintalabios es que no parece haber llegado a los pueblos donde más necesaria hubiera sido. Por ejemplo, en Ondarroa, un pueblo costero que fue gobernado por Batasuna hasta su ilegalización y que ahora controla el PNV con 12 concejales, nadie recordaba ayer haber visto uno de esos carteles. Y, teóricamente, éste debería haber sido uno de los destinatarios de la campaña de apoyo a los amenazados, porque aquí viven casi 400 personas que votan al PP en las municipales y que, convocatoria tras convocatoria, eligen, sin un solo cartel y sin un solo acto electoral, a un concejal popular, Germán López Bravo, que vive en Bilbao y acude sólo a los plenos, fuertemente protegido.

El Ayuntamiento no exhibe en su fachada un llamamiento a la pluralidad o el lema Cuando silencian una voz, nos callan a todos sino un gran cartel que pide la libertad de los presos de ETA. Es cierto que la salida de Batasuna del Ayuntamiento ha mejorado la estética del pueblo y que han desaparecido muchas pintadas de EH, pero se podría decir que no existe prácticamente en la calle otra propaganda que no sea la vinculada a los presos. Nadie en Ondarroa, como en muchos pueblos de Euskadi, diría, hoy por hoy, que se van a celebrar elecciones generales.

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