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Los tiempos cambian, el diseño permanece

Pasan los años, cambian los usos, cambia la sociedad, cambian las tendencias, cambian las tecnologías, cambian los propios diseñadores, pero la necesidad de diseño permanece. Precisamos una herramienta de innovación para hacernos la vida mas cómoda, necesitamos objetos que funcionen, singularizar nuestros productos. Pero con los tiempos también cambia la manera de entender el sentido de un producto, de un logotipo o un edificio. Y probablemente lo que más ha cambiado es que ya no hay una única manera de entender el diseño. Afortunadamente, ya nadie tiene la exclusiva de interpretarlo y asistimos a una enriquecedora eclosión de perspectivas.

El Año del Diseño, promovido por el Ayuntamiento, la Generalitat y el Ministerio de Ciencia y Tecnología, y organizado por el FAD con motivo de su centenario, ha tenido como objetivo abrir las puertas a muchas formas de diseñar, algunas arriesgadas, otras comerciales, algunas experimentales, otras cartesianas. Hemos organizado un año poliédrico, coral y expansivo. Todo el sector ha sido protagonista del evento. Quien ha querido -cerca de 3.000 implicados directos- ha podido participar organizando alguna de las más de 330 actividades que han vivido 1,5 millones de visitantes. Esta cifra muestra la magnitud del evento; pero, más allá de éxitos cuantitativos, se ha buscado la calidad y la participación. Es posible que algunos opinen que no se ha dado suficiente énfasis a su manera concreta de entender el diseño. Así lo expresaba el diseñador André Ricard, hace unos días, en este mismo periódico. Respetamos su opinión, pero nuestra apuesta ha sido por diseño en plural y sobre todo por aquel que nos acerca a la sociedad del siglo XXI.

Este año hemos podido ver el compromiso social con el Forum Barraca Barcelona, la relación importantísima con la industria en el Congreso Innovadisseny, la sostenibilidad con el huerto urbano, la cocina solar y el concurso Bicicletas en la jungla, donde se ha generado un nuevo modelo de bicicleta para el Fòrum 2004, y así un largo etcétera de actividades y de líneas de trabajo, con una clara vocación de situar el diseño en un ámbito social y comprometido y también en un ámbito económico e industrial. Se han desarrollado actividades como las dedicadas a un problema tan acuciante en la profesión como las copias y plagios (Cocos), a la moda española ( Tras el espejo), al diseño catalán (100% catalan design), a la arquitectura comprometida (Racons), al diseño anónimo e ingenioso (Alehop!), al futuro del diseño (Objectar, creuats), al diseño para todos, en colaboración con el Año Europeo de los Discapacitados, etcétera, y ha habido un circuito de empresas y show-rooms, y una amplia aportación de más de 20 escuelas.

Hemos podido seguir disfrutando de la calidad de reputados profesionales, como Óscar Tusquets, Rafael Moneo, Miquel Milà, Ron Arad y Phillipe Starck. Pero al mismo tiempo se ha decidido apostar por las nuevas generaciones, que han aportado nuevas ideas y formas de diseñar. Ése es el futuro que ya está aquí. Un porvenir que ha evolucionado desde el funcionalismo de la escuela de la Bauhaus y Ulm, que ha superado el eclecticismo del movimiento Menphis y de la posmodernidad, incluso que ya está de vuelta del high-tech y el minimalismo y que se sitúa en un entorno posindustrial, creando un panorama rico y variado, donde cohabitan sin perder la identidad. Pero si algo tienen en común estos nuevos creadores, es su vocación de mejorar nuestro hábitat, creando de forma sostenible y comprometidos con los incipientes conflictos sociales que nos rodean.

Ha sido la mejor manera de rendir homenaje a los pioneros que fundaron el FAD hace 100 años y a todos cuantos estiman la profesión, situando el diseño en un discurso contemporáneo y preparándolo para el futuro, olvidando la nostalgia y el tono autocelebrativo. Esa ha sido nuestra apuesta y la de las 57 instituciones públicas, 67 universidades y escuelas, 25 asociaciones y más de 200 empresas implicadas directamente en el evento. Gracias a todos ellos, el Año del Diseño es ya parte de nuestra historia y deja un renovado mensaje social de diseño más humano, menos pretencioso. Pero, afortunadamente, el legado de este año no desaparecerá, puesto que muchas de las iniciativas arrancadas tendrán continuidad y además allanan el terreno para reivindicar Barcelona como capital creativa, con la prioridad de albergar un centro internacional de diseño. Ése es un buen motivo para pensar que no ha sido una oportunidad perdida, aunque ciertamente con errores y temas pendientes, sino el inicio de una interesante etapa para el diseño y sobre todo para los ciudadanos, últimos beneficiarios de todo cuanto hagamos desde el sector del diseño.

Óscar Guayabero es comisario Año del Diseño

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