El rey Mohamed VI de Marruecos visita Alhucemas cuatro días después del seísmo
La población de la capital de la provincia devastada recibe al monarca con frialdad
A la tercera fue la vencida. Después de dos anuncios fallidos, el rey Mohamed VI llegó ayer por la tarde -cuatro días después del terremoto que causó 572 muertos- a una Alhucemas semidesierta, con apenas gente para aclamarle por las calles excepto a la entrada del hospital que lleva el nombre de su abuelo, donde le esperaban cientos de personas. El monarca pasará varios días en la ciudad rifeña bajo una tienda de campaña, instalada en un parque de eucaliptos, para "manifestar así su solidaridad con sus sujetos" víctimas del seísmo, según fuentes de su entorno.
En Tánger, el viernes, ante la mezquita Mohamed V se había concentrado la muchedumbre alegre, agitando banderas marroquíes, que suele acompañar al soberano alauí en cada uno de sus desplazamientos públicos. Ayer, en Alhucemas, eran escasos los transeúntes que saludaban a la caravana real de automóviles todoterreno que cruzó la ciudad cuando una nueva réplica del temblor, de más de cuatro grados de intensidad, la sacudió.
¿No habían querido las autoridades movilizar a los habitantes aún atemorizados por la catástrofe que acaban de padecer o la población, indiferente a la visita real, había preferido permanecer en sus casas o, más bien, en las tiendas de campaña donde muchos de ellos se alojan desde el martes por miedo a un nuevo terremoto? Las dos explicaciones se complementan.
"Desconocemos el recorrido real", explicaba Nadia, estudiante de español, "porque de lo contrario hubiésemos ido a verle". "No quiero saber nada de esta visita", afirmaba, por su parte, el camarero de una de las escasas cafeterías abiertas que sintoniza adrede TVE para, asegura, "no oír la sesión de propaganda a la que nos va a someter la televisión marroquí".
Aunque persisten, las protestas por la mala distribución de la ayuda tienden a amainar. "¡Dadnos esos víveres que os los guardáis para los poderosos!", gritaban unos hombres a los policías que custodiaban una furgoneta repleta, según ellos, de leche y estacionada ante el Centro de Calificación Profesional cuyo patio está atestado de tiendas de campaña. "Excepto pan nos falta de todo", afirma Ahmed que se ha erigido en portavoz de los que acampan en el centro de enseñanza porque sus viviendas están agrietadas.
No es ésa la opinión de Nabil Benabdalá, portavoz del Gobierno marroquí: "Les diré que socorristas franceses y españoles, con experiencia de otras catástrofes, opinan que la desorganización en Marruecos, en los primeros momentos, ha sido menor". "Ahora ya está todo bien encauzado", añadió Benabdalá durante una rueda de prensa. "Pero si ustedes sólo quieren ver la parte negativa, pueden seguir haciéndolo", concluyó. Algunos medios de comunicación marroquíes han sido críticos con la distribución de la ayuda.
Para Benabdalá sólo subsiste un problema, la escasez de tiendas para hospedar a una población que se resiste a regresar a sus casas mientras persistan los temblores. "Hay 470.000 habitantes en el área y todos tienen miedo, aunque sólo 30.000 están de verdad siniestrados", prosigue el portavoz.
Tiendas colectivas
"Esa gente es conservadora, rechaza las grandes tiendas colectivas y sólo está dispuesta a meterse en las que dan cabida a media docena de personas para estar allí con su familia". "Pero ese modelo es difícil de encontrar en grandes cantidades". "Las hemos buscado hasta en Pakistán".
El rey sí se aloja en una gran tienda, amarilla y blanca, plantada junto a las casitas de unos guardabosques en un parque de eucaliptos pegado al zoco, en una colina que domina la ciudad y sus playas. Ayer visitó el hospital de Alhucemas y desde allí hará, durante los próximos días, viajes a Imzuren, Ait Kamara y otras localidades cercanas muy dañadas por el terremoto.
La presencia de Mohamed VI contribuirá a "facilitar y agilizar las operaciones de socorro", sostuvo Benabdalá. Yusef ha podido constatarlo. Con unos plásticos había montado, el martes, una tienda cochambrosa en la zona del parque de eucaliptos colindante con el área reservada al rey. El viernes la policía le pidió que la desmontara y le proporcionó otra, donada por Arabia Saudí. Yusef está contento de ser vecino del monarca.
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