Alarmas
La autorizada voz de Mayor Oreja ha bajado al Sur para brindarnos su solidaridad. Aunque nosotros no nos demos mucha cuenta, los andaluces vivimos amenazados, víctimas del miedo, sin arriesgarnos a opinar en público, humillados al poder terrorífico de Manuel Chaves. La falta de libertad que ETA ha impuesto en el País Vasco se respira también en las bodegas de Cádiz, en los comercios sevillanos de la calle Sierpes, en los invernaderos de Almería y de Huelva, en los olivares que rodean las ciudades y los pueblos de Jaén, en los paseos marítimos de la costa malagueña, en los laberintos históricos de la judería cordobesa y en las aulas de la Universidad de Granada. Nosotros no lo sabíamos, pero el presidente Manuel Chaves ha organizado una trama de pistoleros y chantajistas que esconden avisos de impuestos revolucionarios en las botellas de aceite, y colocan dos censores encapuchados junto a las pizarras escolares, y escriben amenazas de muerte en los portales de los periodistas y los políticos. Si no aprietan el gatillo, es porque un cadáver es siempre muy escandaloso, y por ahora les conviene pasar desapercibidos en las páginas de la tragedia social. El trabajo de los matones socialistas ha sido tan bueno, tan sutil, que no nos habíamos dado cuenta de nada, y estábamos comportándonos como héroes, jugándonos la vida en la barra de las tabernas, en las discusiones familiares y en las columnas de los periódicos. No sé exactamente si la intención de Mayor Oreja es avisar a los andaluces del peligro que corren o protagonizar un homenaje público a la ciudadanía de una tierra que defiende su libertad de un modo temerario, sin cerrar la boca y sin aceptar la ayuda de los muy experimentados luchadores antiterroristas del PP.
Si se trata de un homenaje, le ruego a Mayor Oreja que no cuente conmigo. Yo no soy un héroe, me asustan las amenazas, cedo con facilidad a las presiones violentas o laborales, y la verdad es que estoy muy preocupado por esta noticia. Confieso que no sabía nada, y pido perdón al presidente Chaves. ¡Por favor, que no me apunten en sus listas negras! Si llego a sospechar que aquí existe una mafia terrorista como la del País Vasco o un régimen caciquil como en Galicia, juro que hubiese sido mucho más discreto en mis opiniones. El defecto de mi rojería tiene solución, aún puedo regenerarme. Juro que no volveré a pasarme de izquierdista, ni a criticar los programas económicos del PSOE, ni a dudar de sus propuestas fiscales. Juro que no volveré a sentirme triste cuando Chaves diga que prefiere gobernar con los andalucistas en vez de con Izquierda Unida. Juro que nunca más publicaré nada que pueda suponer una molestia para los militantes de base, los concejales y los diputados del PSOE. Yo no soy un héroe, me parecen muy tristes las sociedades que necesitan héroes, tengo la mosca detrás de la oreja, me preocupa mi familia y estoy decidido a pagar el impuesto revolucionario que me pidan. Si he hablado con libertad, es solamente porque el terror chavista había conseguido engañarme. Pensaba que el respeto e, incluso, la amistad son compatibles en Andalucía con las diferencias de criterio. Estaba convencido de que vivía en una de las comunidades más libres y más dignas de España.
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