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Tribuna:EL SOTERRAMIENTO DE UNA AUTOVÍA
Tribuna
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M-30 atropellada

Los autores sopesan los pros y contras de la remodelación de esta vía prevista por Gallardón, pero destacan, ante todo, que el proyecto requiere reflexión ciudadana.

Con muchos recursos, aun más prisas, y dudosos modos, el empeño personal del ahora alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, empuja los plazos y fuerza pretextos y atajos en una carrera contra reloj y contra natura que justifica tan sólo en su deseo de cortar la cinta inaugural de su entierro de la M-30 antes de las nuevas elecciones municipales.

Aún no ha acabado de formalizar el traspaso de Fomento y ya está emplazando a la Comunidad para orillar la ley que custodia la calidad del medio ambiente madrileño y obliga a todos. Utilizando su urgencia como ariete rompedor quiere convencer y convencerse de que enterrar miles de coches a lo largo de decenas de miles de metros junto al principal eje fluvial de la capital (que podría ser uno de sus mayores activos medioambientales y cívicos), cubrirlos con decenas de miles de metros cuadrados de terrenos artificiales, evacuar y diluir en la atmósfera los muchos gases de las decenas de miles de vehículos, rasgar el suelo para acceder al subsuelo y encajonar un río hasta convertirlo en canal, densamente poblado en ambos márgenes, es una operación me-dioambientalmente baladí que no causa efectos o solo los causa buenos. Exceso de confianza se llama la figura: ¿habría él mismo accedido a "aligerar"el trámite como presidente de la Comunidad?

"Los madrileños merecen debate e información que den paso a una idea clara"
"Lugar de sosiego, de paseo, espacio de interacción activa, espectáculo, cultura..."

Pero para él hace falta correr aun más: para satisfacer sus propios plazos y expectativas electorales, los proyectos han de estar acabados en días y las obras licitadas en semanas. Para hacer más fácil la contratación, el concurso del proyecto conjunto del túnel se rompió en pedazos irreconocibles convocados en el silencio de agosto bajo el disfraz de nombres cambiantes. Con estas prisas, mal empieza el proyecto de la M-30. Nos fuerza a todos los madrileños a empeñar nuestros impuestos, por una cuantía ingente, en un proyecto que no conocemos, con unos efectos que no sabemos, para un resultado que, puesto que lo ignoramos, no estamos en condiciones de valorar, y aún menos de debatir.

Los tiempos de las ciudades no se rigen por la apretada agenda de elecciones que tanto le preocupa. Las ciudades no tienen prisa, tienen su ritmo. Las buenas ciudades, y todos deseamos que Madrid lo sea, quieren hacer las cosas a su ritmo, bien y por su nombre.

Soterrar la M-30 no debe ser el nombre del proyecto, no es lo principal. Si sólo se hablase de tráfico no haría falta soterrar. Soterrar es lo más caro y técnicamente más exigente, pero no puede ser ni la razón ni el argumento esencial. Lo principal no está bajo tierra: está encima, al aire libre, visible. Al desaparecer los coches surge un formidable fragmento de ciudad, una oportunidad única de la que Madrid no ha tenido precedentes. Un potencial espacio de maravillas.

Su margen izquierda puede engarzar lugares e hitos urbanos extraordinarios: casi desde el puente de los Franceses, trenza en continuidad el nuevo centro cívico de la estación del Norte, los jardines del Moro en el Palacio Real y los de la cuesta de Segovia y de la Virgen del Puerto, orilla viveros y lugares densos en la cultura popular, como la Riviera, flanquea los premiados y magníficos edificios de Fisac, cuyos laboratorios hidráulicos podrían ceder paso a otros usos, se extiende en bandeja amable frente a densas manzanas residenciales, se ve forzado a superar el error de emplazamiento del estadio Vicente Calderón y sigue hasta alcanzar el epicentro de una de las operaciones urbanas y culturales más ambiciosas, el uso inteligente de los espléndidos edificios del Matadero de Legazpi como centro de recursos y creación artística... y aun podría proseguir hacia el sur.

Su margen derecha ofrece el reto de enlazar la Casa de Campo, sus viveros y accesos, con el recuperado, costoso, interesante y pronto a estrenar Parque Lineal del Manzanares Sur, generando entre ellos una formidable plataforma de espacios libres y equipamientos públicos que mejorarían espectacularmente la calidad de vida urbana de los muchos vecinos que lo flanquean.

La relación entre ambas márgenes ofrece la extraordinaria posibilidad de trenzarlas, creando un dialogo urbano riquísimo de referencias cruzadas entre las que destaca el diálogo entre el Palacio Real y lo que fue su parque de caza. El conjunto puede leerse transversal y longitudinalmente: lo que se ofrece a los madrileños cuando se acercan al río y, a la vez, el recorrido cambiante que abre experiencias de percepción y apropiación cultural y urbana de la ciudad y sus hitos. Lugar de sosiego, lugar de paseo, espacio de interacción activa, espectáculo, cultura, actividades, eventos... espacio de muchos y espacio de cada uno... espacio de maravillas urbanas. Avanzadilla del siglo XXI para un Madrid abierto, optimista, inteligente.

Pero esto no surgirá porque sí. Con énfasis en la obra civil, en el túnel, la autovía y los accesos, que sólo son un medio, no un fin, es más que probable que el conjunto del gran espacio publico nuevo, se desarrolle como algo secundario; que no pase de ser un complemento, apenas una suma de ocurrencias aisladas, secundarias, sin guión. Uno debe temerse lo peor.

Si el concepto y el diseño, de la nueva gran pieza de espacio libre junto a y sobre el río, no se aborda como un todo, si no se entiende su papel clave, los espacios y formas terminarían por ser tan desabridos y sin alma como los que, por desdén municipal, han rematado todos sus aparcamientos subterráneos. Serán una cacofonía de banquitos triviales, paseitos, farolas de diseño, alguna plantación diversa, poca topografía, algún salpimentado de cachivaches varios, zonas variopintas y triviales de juego y deporte, fuentes y estatuas sobrantes... y mucho, mucho, pavimento duro. Poco talento, mucho derroche, mucha basura cultural.

Madrid y los madrileños se merecen más. Merecen que no se arrebaten los tiempos ni se hurten las cautelas y las evaluaciones. Merecen debate e información que den paso a una idea clara de lo que el nuevo Eje del Manzanares, y cuanto con él se relaciona, puede y quiere ser.

Madrid merece el mejor proyecto posible, fruto de un concurso libre, abierto y generoso que concite propuestas de los mejores, permita comparar alternativas y optar por lo más destacado. El concepto ramplón de las prisas debe sucumbir ante el concepto generoso del bien hacer. Los ritmos de la política no deben quebrar los tiempos de la ciudad. Comenzar bien, sentar las bases e impulsar no es fracasar.

En cierta ocasión, en clase de guitarra clásica, unos dedos torpes intentaban alcanzar los mucho mas rápidos ritmos de fusas y semifusas. El profesor interrumpió con una frase tan sabia como rotunda: "No corras, que te atropellas". Si viese los actuales planes, si oyese la actual copla, ¿que no diría de esta M-30 atropellada?

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