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Columna
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Mitos

El final fue en el pueblo de Fellini. Como en el caso del poeta Pavese, el escenario del drama fue el cuarto de un hotel de medio pelo (el autor de Lavorare stanca se suicidó en Turín y el ciclista ganador del Tour en Rímini). ¿Qué tienen los hoteles de segunda que atrae a los suicidas irresistiblemente? Pavese soportó en su hotel turinés nueve días antes de terminar con todo. Pantani duró sólo una semana en el hostal Le Rose. Siete días de febrero especialmente inhóspitos. Da lo mismo, en el fondo, si el deportista caído se suicidó consciente o inconscientemente, un poquito o del todo. Quizás sólo quería morirse un poco. El hecho es que la muerte le ha convertido en mito.

¿Puede haber algo peor que un domingo de los años cincuenta en Turín? Seguramente un día de los enamorados del año 2004 en el hostal Le Rose de Rímini, el pueblo de Fellini, donde el gran director se dedicaba a perseguir turistas en los veranos de su juventud, cuando era periodista y todavía flaco. Hoy Rímini es distinto. El día más hortera del calendario comercial posmoderno en una de las localidades más degradadas de Italia puede ser, si uno está deprimido y enganchado al perico y a las benzodiacepinas, mortal de necesidad. Un bodoque de hormigón y formica a orillas del Adriático. Algo muy parecido a Laredo o Cambrils. Un lugar ideal para curarse de una depresión o agravarla definitivamente.

Cuando se deprimía -en los últimos tiempos todo el rato- Pantani escribía cosas, ocurrencias, canciones para ganar San Remo que nunca llegarían a San Remo. En su cuarto del hostal Le Rose, además de diez frascos de ansiolíticos, el fallecido dejó varias cuartillas manuscritas que, de momento, sólo ha leído el juez. "Cuando llego a la meta, siempre pienso en la orilla del mar": esa clase de cosas, dichas en italiano, escribía Pantani en sus canciones. Nadie debe, por tanto, envidiar el trabajo del instructor del caso. Más esclarecedora es la respuesta que le dio a un periodista cuando le preguntó sobre su impresionante capacidad escaladora: "Subo tan rápido para dejar de sufrir antes".

No quería sufrir. El sufrimiento, se decía Pantani, no lleva a ningún lado. Hay que alcanzarlo todo por la vía rápida. En los últimos meses se le veía conduciendo veloces deportivos, cerrando discotecas y engrosando el negocio de todos los camellos de la zona. Eso cuentan. Pero todo lo que cuentan (lo figurado y lo real) cimenta el mito. El deporte es el caldo de cultivo de la mitología contemporánea. Al margen de la grandeza agónica del ciclismo, de la épica turbia del boxeo o de los oropeles del fútbol, el deporte en general es el lugar del mito. La muerte de Pantani poco tiene que ver con la de Séneca o la del Che Guevara. Un tipo obsesionado con sus orejas de soplillo, famoso y rico, adorado por sus fans, deprimido. Maradona o Pantani, tanto da. Son los mitos de este tiempo vulgar y confuso.

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