Carta equivocada
El presidente español, José María Aznar, ha vuelto a actuar como ariete para golpear en el corazón de Europa. Si hace un año encabezó una carta a propósito de las relaciones con Estados Unidos, cuando Francia y Alemania tomaban distancias respecto a la guerra de Irak, ahora lo ha hecho con ocasión de la cumbre de los tres grandes, Alemania, Francia y Reino Unido, convocada para hoy en Berlín para intentar avanzar en cuestiones de defensa, política industrial, Constitución europea y reactivación de la llamada Agenda de Lisboa sobre competitividad y empleo en la UE.
El motivo de la carta es el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), en vísperas de que la Comisión Europea dé a conocer sus propuestas de reformas y cuando está vivo ante el Tribunal de Estrasburgo su recurso contra la interrupción del procedimiento de sanción emprendido contra Francia y Alemania. Pide algo tan razonable como una aplicación "consistente y no discriminatoria" del PEC. Pero su propósito es subrayar su disconformidad con la reunión de Berlín, señalando a Francia y Alemania, países a los que el incumplimiento del compromiso de déficit no ha acarreado ningún proceso sancionador, al contrario que a Portugal. La compañía de Aznar es escasa y variopinta: junto a Italia, Holanda y Portugal, están Polonia y Estonia, que ni participan en el euro ni han ingresado todavía en la UE.
La carta entra también en la agenda de Berlín con una propuesta de reforzar las reformas estructurales previstas en Lisboa para transformar a la UE en 2010 en la zona económica más competitiva del mundo. Nada que objetar; al contrario. Salvo que Aznar, uno de los impulsores de este proceso, no ha hecho sus deberes. España se ha quedado rezagada en creación bruta de empleo, reducción de la temporalidad en el trabajo, incorporación de la mujer al mundo laboral o avances en la productividad. Algunos países de la ampliación van por delante de España, que se comprometió en Lisboa a llegar a un 3% del PIB en inversión en investigación y desarrollo y se ha quedado a mitad del camino.
No se sabe bien qué persigue Aznar con este tipo de iniciativas, si no es sembrar la división en la UE y pasar factura porque no se ha contado con él. No sirve para construir Europa ni para aumentar el peso de España en ella. Sólo para subrayar la capacidad de disentir.
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