Roma acoge el arte político de las tres grandes cortes barrocas
El Rey y el presidente Ciampi abren la muestra
El rey Juan Carlos volvió ayer a Roma, su ciudad natal, para inaugurar una extraordinaria exposición sobre el "arte político" en las tres grandes cortes barrocas: la española de los últimos Austrias, la francesa de Versalles y la papal. La muestra, sin las piezas pontificias, ya se había visto en Madrid y Aranjuez. Las 170 obras de Cortes del barroco serán devueltas a sus 77 propietarios en mayo, cuando se clausure en Italia. Don Juan Carlos visitó la exposición con el presidente Carlo Azeglio Ciampi.
"El hilo conductor es el arte del poder", explicó Fernando Checa, a cargo de la muestra. Los artistas que vivieron a finales del XVII y principios del XVIII viajaban de una corte a otra, creaban obras que se donaban con fines diplomáticos y nutrían el afán coleccionista de los monarcas; todo ello contribuyó", dijo Checa, "a la formación de un lenguaje plástico común en las capitales continentales. Gian Lorenzo Bernini fue el artista de cámara de los papas Inocencio X y Alejandro VII, mucho más políticos que religiosos, pero dedicó sus últimos años a trabajar para los Borbones franceses; otro italiano, Luca Giordano, pintó en Madrid; Diego de Velázquez trabajó largas temporadas en Roma".
La época reflejada, más o menos entre los tratados de Westfalia (1648) y Utrecht (1713), fue oscura para España. Los últimos Habsburgo, Felipe IV y Carlos II, tenían la decadencia del imperio dibujada en la cara; al otro lado de los Pirineos brillaba la corte del Rey Sol, Luis XIV, el poder dominante en Europa. En Madrid, sin embargo, vivía una extraordinaria generación de pintores cortesanos en la que, además de Velázquez, destacaba Claudio Coello. Fueron ellos y los artistas de los papas, muy especialmente el escultor Bernini, quienes realizaron la iconografía de una era de contrarreforma, absolutismo y cambio.
El tránsito del poder desde El Escorial a Versalles quedaba perfectamente definido en el tapiz del encuentro en la isla de los Faisanes (1660): los Habsburgo y su nobleza, con ropas sobrias y expresión perpleja, frente a los Borbones y su espléndida corte de pelucas, sonrisas y trajes indescriptibles. La Paz de los Pirineos y la llegada a España de la dinastía francesa se dibujaban en el horizonte.
Los retratos de Velázquez, el único pintor capaz de ser a un tiempo cortesano y cruel con sus modelos, y las piezas de Bernini, cuyo gran crucifijo salía por primera vez de El Escorial, son las piezas centrales de la muestra. Entre las obras de Bernini figuran sus bocetos, en dibujo y escultura, para la famosa Fuente de los Ríos, instalada en la plaza Navona de Roma.
Ni el rey español ni el presidente italiano hablaron en el acto inaugural. Sí lo hizo, en cambio, el alcalde de Roma, Walter Veltroni, quien señaló que Juan Carlos de Borbón le había confesado poco antes, mientras desayunaban, su amor por los colores de la ciudad donde nació y vivió muchos años. Los amarillos, anaranjados y ocres romanos, "un regalo de la historia y la cultura", según Veltroni, eran parte de una herencia conjunta hispano-romana que incluía "el Mediterráneo, la pasión por la cultura, los gustos literarios y musicales y una extraordinaria y distintiva capacidad pictórica". "Las banderas de España y Roma tienen los mismos colores: el amarillo del sol y el rojo del corazón", subrayó el alcalde.
El rey Juan Carlos I, al que acompañaban la ministra de Asuntos Exteriores, Ana de Palacio, y los embajadores en Italia y la Santa Sede, José de Carvajal y Carlos Abella, llegó a Roma el miércoles y pernoctó en el palacio Ruspoli. Ayer desayunó con el alcalde Veltroni y almorzó con el presidente Ciampi en el palacio del Quirinal, contiguo a las antiguas caballerizas palaciegas que cuatro años atrás fueron transformadas en museo y acogen ahora la muestra sobre las cortes del barroco.
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