Robert Altman reinventa el ballet
La joven actriz Neve Campbell, productora de 'The company', recuerda sus años de bailarina en una película documental dirigida por el director de 'Gosford Park'
"Quise capturar la belleza y la energía del baile, su intenso dolor", dice el director
Tampoco existe una trama más allá de la vida de este cuerpo de baile y la mitad de la película la componen diferentes actuaciones del grupo. "No quería la típica película narrativa. No quería Flashdance ni Billy Elliot. Quería hacer una película que reflejara de verdad de cómo es el mundo de la danza, algo que nunca se ha hecho con anterioridad", asegura la actriz.
La tarea fue difícil. Se convirtió en un proceso de nueve años que la actriz acabó financiando de su bolsillo, pero al menos siguiendo sus propias elecciones, entre ellas la de utilizar al ballet Joffrey por lo ecléctico y visual que es su repertorio. "Sin caer en el tópico, Robert Altman era el mejor coreógrafo. El único", afirma Campbell, que apunta las dotes de este maestro del cine a la hora de rodar piezas corales, su especialidad. "Nadie entiende como él las historias múltiples", señala la guionista Barbara Turner, cuyo libreto recopila las observaciones hechas de este grupo de baile a lo largo de un año.
Altman no es el primer cineasta que se pasa al documental. Martin Scorsese acaba de anunciar su deseo de realizar un largometraje sobre la vida de Bob Dylan de la misma forma que siguió la última gira del que fue el grupo de este intérprete, The Band, en El último vals. The company no estaba entre los planes del realizador estadounidense hasta que Campbell le convenció de las posibilidades. "No sé si esta película será la forma de reemplazar la narrativa tradicional, pero responde a esa búsqueda que llevamos dentro de otras formas de expresión alternativas", resume el director.
Fue esta curiosidad la que le hizo superar sus miedos sobre un territorio que nunca había explorado antes. Altman se zambulló en la danza y sus formas traduciendo tópicos del género (como la historia de amor de la película) en un pas a deux de baile. "Una vez que muestras al chico y a la chica en una película, ya está todo dicho. Por eso en esta ocasión preferí coreografiar su relación, un estilo criticado por los que me han dicho que no existe ningún conflicto en mi película. No han querido darse cuenta de que he preferido ser un mirón", afirma.
Altman indicó insistentemente a todos sus actores, profesionales o no, que lo último que quería de ellos era que actuaran. De hecho, prefirió no darles un guión dialogado, sino permitirles que mantuvieran las conversaciones normales de cualquier día de ensayo. Además, para añadir realismo a su obra prefirió ocupar siempre el lugar del público, dejando a los bailarines en el escenario. "Los filmes sobre baile nunca te dejan ver las coreografías entre tantos primeros planos de pies, caras, manos, tantos cortes a detalles que son superficiales", dice Altman, que permitió que fueran los bailarines quienes se movieran y no la cámara. Un rodaje complicado donde los bailarines marcaron el paso y las cámaras (entre dos y cinco) siguieron como pudieron hasta rodar lo que hubieran sido cerca de 10.000 metros de película, un metraje prohibitivo de no ser porque Altman decidió utilizar vídeo de alta definición para acomodarse al estilo de narración y a un presupuesto que no superó los 12 millones de dólares.
Una película que también supuso un gran esfuerzo para Campbell, quien, retirada del baile desde hace cerca de 10 años, volvió a ponerse en forma para integrarse en un cuerpo de baile. La actriz se convirtió en la mejor intermediaria, haciendo ver las necesidades de los bailarines cuando la espera era muy larga y tenían que volver a calentar sus musculatura, o si la superficie del escenario era muy resbaladiza o muy fría. "Quise capturar la belleza y la energía del baile, el intenso dolor que acompaña el movimiento más grácil, todo ello sin hacer trampas ni utilizar la cámara lenta", admite el director.
Babelia
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