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Columna
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¿Cambio?

En esta Comunitat se suceden los sobresaltos: los acontecimientos desatados a finales del 2003 con las querellas que contra el presidente de la Diputació de Castelló y el subsiguiente proceso judicial abierto en Nules para evacuar responsabilidades de los implicados, el malestar que desde casi el inicio de la investidura del president Camps se ha dado entre éste y el Ministro de Trabajo, el acoso mediático a que un grupo económico (por otra parte beneficiario de contratos públicos sustanciosos) somete al president de la Generalitat, los plantes cada vez más evidentes de sectores del PP hacia éste, y, ahora, la entrada en juego de algunos dirigentes del PSOE de la ciudad de València a propósito de negocios de personas relacionadas directa e indirectamente con líderes populares y cargos públicos podrían dar a entender que desde las elecciones del 25 de mayo se habría operado un sorprendente giro en la política valenciana y que aquella mayoría absoluta que obtuvo el PP estaría ahora mismo en cuestión como consecuencia de los efectos en la opinión de este alud de malas noticias a que me refiero.

Problemas para un partido que lo gobierna casi todo, y entre líderes de un partido de gobierno con mayoría absoluta, y desatados en los prolegómenos de la campaña electoral hacen pensar a gente bienintencionada y a estrategas de pocos vuelos que, por lo menos aquí, en esta Comunitat, se intuye un vuelco electoral que cargará como pérdidas en votos los espectáculos a que el PP se viene exponiendo de modo tan inopinado cuanto irresponsable.

A estas alturas, cuando quienes de verdad proyectan con métodos no eufemísticos la traducción en números de ese panorama ya saben que los cambios electorales se perfilan con mucha antelación, y que la suma de todos estos incidentes no tiene el peso pertinente para decantar a ese 20% que se dice está todavía en el bando de los indecisos en la dirección del cambio (bajada notable del PP/subida espectacular del PSOE), que lo previsible acabe dando a entender que nada de lo que está ocurriendo mueve votos más allá de testimoniales porcentajes, me lleva a formular algunas preguntas por si de sus respuestas pudiéramos colegir que las claves del comportamiento electoral se les están escapando tanto a los bienintencionados cuanto a los torpes.

¿Qué puede más, la torpeza del gobierno en mostrar sus conflictos en el reparto de los beneficios no transparentes del ejercicio del mismo, o la ataraxia social que reduce la política a la economía, y la economía al precio del dinero y a un mercado de trabajo caótico pero capaz de rebajar en la percepción social y en la propia realidad las tasas de desocupación? ¿Qué puede más, el pleno empleo y el dinero circulante a raudales en Castelló o que hay un proceso judicial incierto abierto contra un destacado dirigente político castellonense del PP?

¿Acaso no nos acostumbraron unos y otros a que la política sólo tenía que superar una regla de oro de calidad, que era la formada por la erradicación del paro, el crecimiento económico, la bajada de los tipos de interés y de los impuestos, la subida de las pensiones y el final del terrorismo?

Y ¿para una vez que los indicadores son los mejores de nuestra historia (por mejorables que sean), van a lanzarse los valencianos al cambio por el cambio, cuando el hipotético beneficiario -el PSOE- es percibido -por mérito propio- como otra olla de grillos?

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