Letras perdidas
Un libro recoge en Córdoba las vivencias de quienes no pudieron estudiar durante el franquismo
Nunca es tarde, si la dicha es buena. En eso piensan los alumnos del Centro de Educación de Mayores de Alcolea (Córdoba), que han redactado en un libro sus vivencias en la época de la posguerra y el franquismo, cuando las condiciones de vida no les permitieron estudiar. Y como nunca es tarde, ahora, décadas después, la mayoría de los 77 alumnos del centro de adultos de Alcolea que han participado en la iniciativa han aprendido a leer y escribir décadas después de su niñez. Y han hecho este libro.
Para la directora del centro, Dolores Estepa, este libro, que ha sido publicado por el Ayuntamiento de Córdoba, podía haber sido escrito por personas mayores de cualquier punto de España. "Llevo 20 años trabajando con adultos y se nota cómo estas personas valoran la escuela ahora, además porque les cuesta", cuenta tras la presentación ayer. "Muchos han aprendido a leer y escribir y ahora son capaces de leer los carteles por la calle, de saber para quién es una carta que llega o no tienen que firmar con el dedo en el banco".
Una de estas personas agradecidas es Estrella Román, de 66 años. "Con 11 años estaba trabajando en el campo", explica. "La carrera la terminamos en el libro de El Patito", explica rodeada por María Gómez, de 64 años, y Apolonia Nieto, de 75 años. El libro de El Patito era el cuaderno número cuatro de los que se les daba a los niños para que dieran sus primeros trazos de escritura. No fue suficiente.
"Ahora estamos aprendiendo hasta a usar el ordenador", bromea Estrella Román. "Pero estamos más crudas que nada", continúa riendo. Estrella opina más que nunca que "el saber no ocupa sitio". "Los jóvenes no saben lo que es pasar necesidades, no había para nada y trabajábamos desde niños", recuerda María Gómez, que ya tenía tres hijos universitarios "cuando su madre no sabía leer", comenta.
El libro, además de las vivencias en el centro de adultos recoge las noticias de su niñez, los tiempos de hambre y da cabida a algunos cuentos y poesías de los alumnos del Centro de Adultos de Alcolea. Una de ellas la escribe Apolonia Nieto que, emulando a Machado, realiza un repaso por las bellezas de Andalucía: "Córdoba tiene su embrujo, Almería su Alcazaba...", escribe hasta llegar a Huelva, que "de allí salió Colón".
Más estremecedora es la historia de Araceli Romero, que nació en pleno 1939, junto a cinco hermanos. Vivían en Aguilar de la Frontera, pero se tuvieron que ir a una huerta donde había una noria de agua. Con sólo cuatro años perdió su mano derecha y perdió a una hermana con nueve años. "Sufría una enfermedad en la que tenía que comer mucho y no tenía qué darle", escribe.
Ahora, Araceli Romero considera que el mejor regalo que ha recibido han sido sus tres hijos y haber conocido a su marido. Ahora, tantos años después, Araceli puede escribir todo esto que no pudo escribir en su infancia.
Como la historia de Araceli, el libro Ilusiones y recuerdos cuenta la historia de muchos de sus coetáneos que no disfrutaron ni de la enseñanza, ni de los privilegios que los jóvenes tienen ahora. "Muchos, a los seis o siete años, tenían que trabajar para comer, vivían en chozas o debajo del puente de Alcolea", explica Dolores Estapa. Y como decía Estrella Román, "el saber no ocupa sitio".
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