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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El plan no crece

La parsimoniosa marcha del plan Ibarretxe sigue adelante sin que sus valedores hayan mostrado síntoma alguno de querer corregir las carencias con las que fue fletado. Ya ha finalizado el plazo de presentación de enmiendas y el nacionalismo gobernante no ha presentado remiendos a los excesos jurídicos de la propuesta enunciada hace 16 meses, ni ha conseguido apoyos políticos y sociales diferentes a los que tenía. Únicamente los grupos del Gobierno de Ibarretxe y Batasuna han presentado enmiendas parciales al proyecto; socialistas y populares plantean directamente su devolución.

No aparece, por tanto, esa mayoría social de arrastre que esperaba Ibarretxe y la ficha apenas se ha movido del punto de salida. Las posibilidades de que el plan prospere en su segundo tramo -la aprobación en el Parlamento vasco por mayoría absoluta- siguen dependiendo de que la ilegalizada Batasuna sume sus votos al tripartito, una hipótesis que Ibarretxe afirma rechazar por principios éticos.

La decisión de populares y socialistas vascos de no oponer enmiendas parciales a un proyecto que consideran inconstitucional y ventajista es descalificada por los nacionalistas como cerrada y antidialogante. Es un argumento falaz. Lo que se impugna no es tal o cual artículo, sino el proyecto unilateral de dinamitar el consenso forjado en torno al Estatuto de Gernika. Porque aunque sea cierto que no se trata de un proyecto formalmente independentista, sí lo es de desvinculación progresiva de España. Participar en el debate como si se tratase de un proyecto legislativo más sería contribuir a legitimarlo. Es lógico que los nacionalistas deseen esa participación, y más que lógico que los no nacionalistas la rechacen, por mucho que el lehendakari reitere su disposición a retocar "hasta la última coma".

Resulta dudoso que la fórmula para resolver los "problemas de relación con el Estado" que apunta el nacionalismo vasco deba consistir en reducir esa relación al mínimo, sin esforzarse en buscar una síntesis con esa mitad de la sociedad vasca que no comparte sus creencias. Ibarretxe se ha puesto la meta de lograr para su propuesta de nuevo Estatuto al menos el mismo respaldo que obtuvo el de Gernika en 1979. Si es que hay que revisarlo, no estaría mal empezar por recuperar el procedimiento participativo y el consenso de los que surgió el Estatuto vigente.

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