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Reportaje:

España, en la red del mercado negro nuclear

La agencia atómica de la ONU pide al Gobierno que investigue las actividades de varias empresas

España ha resultado ser uno de los eslabones del mercado negro nuclear. La agencia atómica de la ONU ha pedido a las autoridades españolas que investiguen a varias empresas que fabricaron, quizá sin saberlo, y exportaron, presumiblemente a Dubai, material para el programa nuclear clandestino de Libia, indicaron a este periódico fuentes cercanas a la investigación. La implicación de estas compañías se descubrió tras la decisión de Trípoli de renunciar a sus aspiraciones armamentísticas y abrir sus puertas a los inspectores. Éstos se encontraron con una red sumamente sofisticada de contrabando nuclear con amplias ramificaciones por todo el mundo.

Además de España, entidades de otros cinco países, entre ellos Pakistán, Malaisia y Alemania, han sido identificadas por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) como parte de la red que traficaba con armas de destrucción masiva destinadas a Libia e Irán. Los Gobiernos de estos países están colaborando con el organismo para tratar de descubrir los vericuetos del complejo entramado. En el caso español, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y el Ministerio de Economía, entre otros, participan en la investigación, según las fuentes citadas.

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Las empresas involucradas habrían fabricado algunos de los componentes de las centrifugadoras que sirven para enriquecer uranio. No se descarta que lo hicieron sin conocer el destino de las piezas, dado su doble uso, civil y militar. Es lo que tratan de averiguar los investigadores españoles. "Si se trata de válvulas destinadas a algún país de Oriente Próximo, se puede pensar que van a servir a la industria petrolífera", indica una fuente.

Es uno de los aspectos más inquietantes de este nuevo mercado negro: el proceso de elaboración, como en una cadena de montaje, se ha desmenuzado para borrar pistas y repartido entre varios países a través de una red de intermediarios en Asia y en Europa. "Los traficantes buscan sitios que dispongan de una infraestructura moderadamente sofisticada y sobre todo no estén en los radares de los servicios secretos", explica David Albright, ex inspector nuclear de la ONU y director del Instituto para la Ciencia y la Seguridad Internacional de Washington.

Se sospecha que las empresas españolas exportaron el material, directamente o a través de terceros, a Dubai, donde se centralizaban los componentes. A finales de septiembre, los servicios de información británicos y estadounidenses descubrieron que el emirato era una plataforma crucial en el entramado tras interceptar un carguero alemán procedente de Dubai con destino a Libia que transportaba partes de una centrifugadora fabricadas en Malaisia.

Desde que Trípoli decidiera colaborar, el OIEA ha descubierto con asombro la amplitud y sofisticación de un mercado negro que mueve millones de dólares e incluye, además de a los sospechosos habituales, Irán y Corea del Norte, a otros países con aspiraciones nucleares como Argelia o Brasil. Las redes de contrabando descubiertas en Libia, indican fuentes de la investigación, son las que se empezaron a destapar en Irán a finales de 2003 después de que Teherán admitiera haber intentado enriquecer uranio ilegalmente.

"Antes se pensaba que sólo naciones con una gran infraestructura, como Pakistán, podían aspirar a fabricar armas de destrucción masiva; ahora sabemos que con un buen talonario se puede comprar un programa a medida, como en un supermercado", asegura un experto. "Hemos descubierto un sistema muy sofisticado de mercado negro parecido a los cárteles del crimen", reconoció hace unos días, el jefe del OIEA, Mohamed El Baradei.

En poco tiempo han ido cayendo las fichas del dominó. El científico Abdel Qadeer Khan, padre de la bomba atómica paquistaní, considerado como uno de los cerebros del tráfico nuclear, confesó publicamente esta semana haber filtrado tecnología a otros países. Hace unos días se conoció la implicación de una compañía petrolífera con sede en Selangor (Malaisia), Scomi Precision Engineering, que exportó grandes piezas a una empresa en Dubai, Gulf Tecnical Industries, destinadas a las centrifugadoras libias.

Queda mucho por hacer. "Khan no trabajaba solo. Es la punta del iceberg", ha declarado El Baradei. Más de 25 toneladas de material libio están siendo analizadas por inspectores del OIEA en el mayor laboratorio del Departamento de Energía estadounidense, en Oak Ridge (Tennessee), para rastrear su procedencia. "Tenemos que recomponer un inmenso rompecabezas para conseguir una imagen completa", asegura el representante de la agencia atómica en Nueva York, Gustavo Zlauvinen. "Lo más increíble es que, teniendo en cuenta el número y la variedad de las empresas involucradas, no se filtraron antes más detalles. Pero nadie dio el soplo o nadie se dio cuenta. Los traficantes son muy buenos, mejor de lo que pensábamos", estima Albright. El mayor problema del OIEA es que no dispone de instrumentos legales para luchar contra el mercado negro y depende completamente de la colaboración, no siempre eficaz, de los países afectados. "Los sistemas de control de las exportaciones tienen fallos", dice Zlauvinen. La ONU a veces tampoco consigue sintonizarse con los servicios secretos nacionales. "La CIA decía al organismo atómico que no podía compartir su información sobre Libia por culpa de los libios, y Libia decía a su vez que no podía hablar por culpa de la CIA", indica otra fuente.

Y sobre todo el OIEA no puede procesar a los culpables. Khan es el mejor ejemplo. El científico paquistaní ha sido perdonado por el Gobierno del presidente Pervez Musharraf y no puede ser llevado ante ningún tribunal internacional. "La situación parece un poco rara", admitía el viernes el secretario general de la ONU, Kofi Annan. "Khan debe asumir la responsabilidad de sus actos", resalta Albright, "de lo contrario estaremos mandando una señal muy equivocada al mundo. Nadie nos garantiza que dentro de unos años otros expertos no intentarán montar sus propias empresas privadas de tráfico nuclear".

El director general del OIEA, Mohamed el Baradei (izquierda), y el ministro libio de Exteriores, Mohamed Abderrhmane Chalgam, en diciembre en Trípoli.
El director general del OIEA, Mohamed el Baradei (izquierda), y el ministro libio de Exteriores, Mohamed Abderrhmane Chalgam, en diciembre en Trípoli.AP

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