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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El espejo soñado

Un 23 de junio, Thierry Blin, propietario de un taller de enmarcación, y Nicolas Gredzinski, empleado de una gran empresa de comunicación, se conocen en un club de tenis y, mientras toman unas copas, hablan de sus vidas y de las vidas que les habría gustado vivir. De una forma natural acaban cruzando una apuesta: dentro de tres años justos se reencontrarán en ese mismo sitio, y para entonces cada uno de ellos se habrá convertido en una persona distinta de la que es. A partir de ese momento la historia se bifurca, y en capítulos alternos asistiremos a la transformación de uno y otro: a la de Blin, que abandonará a su compañera, se someterá a una operación de cambio de rostro y, tras adoptar una identidad diferente, iniciará una nueva carrera profesional como detective privado; a la de Gredzinski, que vencerá sus inhibiciones gracias a su recién adquirida afición al alcohol, conquistará el corazón de una enigmática mujer llamada Loraine y será nombrado jefe del departamento artístico de su empresa...

OTRO

Tonino Benacquista

Traducción de José Luis Sánchez-Silva

Lengua de Trapo

Madrid, 2003

220 páginas. 17 euros

Este breve resumen de la trama de Otro basta para avanzar dos conclusiones: si por un lado Benacquista no oculta la deuda que tiene contraída con Pirandello (a cuyo El difunto Matías Pascal se rinde un homenaje explícito al final del libro), por otro parece evidente que estamos ante una novela sólidamente estructurada. En unos tiempos como éstos, en los que, seguramente para evitar la contaminación de las técnicas de la narración cinematográfica, los novelistas tienden a desdeñar el concepto mismo de estructura, resulta inusual encontrarse con uno que, como Benacquista, la sacraliza. Sometido a ese diseño previo, el argumento de Otro se despliega ante el lector con agilidad y vigor, y uno no puede sino agradecer al autor que piense menos en su gloria literaria que en nuestro placer, el de los simples lectores, a los que en todo momento trata de cautivar con el viejo y honesto instrumental de los buenos narradores: con ráfagas de humor, con una buena caracterización de los personajes, con una calculada dosificación de las informaciones.

Benacquista pone en marcha una máquina de contar historias y luego se limita a mantenerla a punto y engrasada. Su impecable funcionamiento desafía una y otra vez nuestra capacidad de previsión, y en la memoria del lector quedarán algunos episodios hilarantes, como aquel en el que Blin, convertido ya en el detective Paul Vermeiren, acude a una cita con sus antiguos amigos, o como aquel otro en el que el mismo Blin acaba investigando su propia desaparición. Esos dos episodios bastan para justificar la lectura de Otro.

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