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Reportaje:

Agujeros de miseria en Benimàmet

El abandono de la zona de las cuevas las ha convertido en refugio de toxicómanos y espacio para quemar coches y motos

Forman parte del paisaje por el que transitan muchos de los vecinos de Benimàmet cuando acuden, por ejemplo, a la estación de tren. Las cuevas están a pocos metros del término de Burjassot, detrás del colegio de la Natividad, junto a un conjunto de casas adosadas y a poca distancia de la vía. Es una propiedad privada en estado de abandono en la que se guarecen toxicómanos y camellos, donde acaban desguazados y quemados algunos vehículos y donde juegan los niños de la zona porque es el espacio abierto no asfaltado más próximo que tienen.

Desde hace seis años, la asociación de vecinos y la oposición política reclaman una actuación urgente. Por tres veces la Corporación municipal de Valencia ha hecho propias las mociones en ese sentido. Ninguna de ellas ha sido ejecutada. La última propuesta pretende inyectar cemento para solidificar el techo de las cuevas (que pisan los viandantes y sobre el que juegan los niños) para evitar el que se adivina inmediato desplome.

Salvador Beltrán, presidente de la Asociación de Vecinos de Benimàmet, considera que el deterioro de la finca en la que se ubican las cuevas, de unos 1.000 metros cuadrados, junto a la calle del doctor Buen, es tal que "no se justifica que no se intervenga, supone riesgo para los menores, es refugio de drogadictos y abrigo de indigentes". Según Beltrán, las cuevas -antiguas construcciones de la zona que aprovechaban la pendiente del terreno y que hoy desde hace más de una década están vacías- no son más que agujeros llenos de escombros, basura, ratas. Más aún, dice -coincidiendo con el planteamiento de Esquerra Unida- "son decenas los chiquillos que se encuentran, justo detrás de su propio colegio, con restos de jeringuillas, coches destrozados, motos quemadas, han visto peleas, y además cualquiera de ellos puede lesionarse con los restos que se acumulan".

El más inmediato de los peligros es que se venza el techo de una de las cuevas. Es de uralita pero la maleza ya no permite distinguirlo, es simplemente suelo para quienes pisan. La caída mínima sería de cuatro metros. Toda advertencia es una valla del Ayuntamiento de Valencia que se ha incorporado a la sucesión de restos.

Isabel Jurado, vecina de la calle inmediata a las cuevas, afirma: "El espectáculo es bochornoso y el peligro evidente. Aún recuerdo cuando se inauguró el Palacio de Congresos. La alcaldesa, temerosa de que nos manifestáramos en un día tan señalado por cosas como ésta que no había atendido, vino y dijo que en dos días estaría solucionado. Vinieron diez camiones a quitar basura. Nunca más. Y aquí seguimos, peor aún".

La zona necesita, según los vecinos, una intervención urgente. Pero no vale cualquiera, "para que no pase como en Las Carolinas, en el otro extremo del barrio", dice Beltrán. Explica que allí se ubica desde hace un año escaso uno de los mejores complejos deportivos públicos. "Pero va mucha menos gente de la que se esperaba porque tiene miedo. Está construido en un enclave de chabolas por las que los niños no quieren pasar ni cuando se les cae el balón de fútbol. Desde Navidad se han denunciado al menos tres robos. Los profesores han protestado, los vecinos también, la empresa gestora del complejo igualmente. Y la policía nos dice que no puede hacer nada".

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