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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una marca en la puerta

La razón de ser de este libro está registrada en las palabras de Italo Svevo que lo encabezan: "Cuánto está viva aquella vida y cuánto está definitivamente muerta la parte que no conté". Después de la señal pretende redimir de la nada algunas páginas de la existencia de su autor. Hablamos de elegía, una corriente poética muy nutrida en cualquier tiempo, pero más cuando el vacío de proyectos, del que deriva la inconsistencia del presente, tiene que ser llenado con los rescoldos del pasado, ese lugar del que huyó la aflicción. En los últimos veinte años, la fiebre elegiaca prendió no tanto en quienes, por edad, tenían casi toda la vida a la espalda como en los jóvenes que habitaban esa intemperie, con poco lastre de recuerdos aún. José Rubio (Murcia, 1951), que fue uno de esos jóvenes, ya ha dejado atrás la raya que marca el mezzo del cammin. Éste es su primer libro, pero la pulcritud del trazo delata intimidad con la poesía y largos años de castigar la pluma. Siguiendo la senda por donde han ido otros coetáneos -y algún coterráneo como Sánchez Rosillo-, para él la técnica es sólo un instrumento que se oculta tras haber eliminado la materia opaca interpuesta entre los ojos y las formas netas y sutiles de su intimidad.

DESPUÉS DE LA SEÑAL

José Rubio

Pre-Textos. Valencia, 2003

68 páginas. 9,62 euros

Sus habituales heptasílabos

y endecasílabos, tersos y sin impurezas, están alejados de los regodeos manieristas, muy peligrosos en la elegía, donde los rasgos de estilo dan fácilmente en tics retóricos y la previsibilidad de las emociones favorece el automatismo sentimental.

Aunque ensaya diversos recursos modernos para aliviar el confesionalismo, la poesía de Rubio es de talante romántico, densamente poblada por su biografía. Así lo sugiere Hallazgo, el poema inicial: "Oye el compás que dicta, / cuando late encendido, / tu propio corazón". Ese hallazgo es una marca del destino en la puerta, con la que alguien es señalado para vivir la condena sin remisión del poeta. Las leves descripciones o las transparentes viñetas rememorativas resumen un afán de ser, habitar o entender lo otro: el ausente al que se refiere una esquela mortuoria de Siena, el mar que abre su alma al contemplador, el sueño del hijo. Bien visto, no es extraño que estos poemas elegiacos sean al mismo tiempo celebratorios; ya André Gide definió la melancolía como un fervor caído. Ambos ingredientes, fervor y melancolía, anegan estos versos íntimos, sencillos y decantados.

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