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La polución atmosférica mata a corto plazo

Dos días de altos niveles de contaminación bastan para elevar la mortalidad en las ciudades españolas

Siempre se ha considerado como una especie de envenenamiento lento. Pero la contaminación atmosférica de las grandes ciudades tiene también efectos a muy corto plazo sobre la mortalidad. Tan a corto plazo, que un incremento de 1 mg/m3 en la concentración de monóxido de carbono durante dos días seguidos tiene como consecuencia un aumento del 1,5% en las defunciones totales. Así lo ha constatado un reciente estudio realizado en 13 urbes españolas.

El estudio, enmarcado dentro del proyecto EMECAS, que evalúa la relación entre contaminación atmosférica y salud en España, ha sido realizado cruzando los datos de niveles de contaminación y el número de defunciones que se producen en Barcelona, Bilbao, Cartagena, Castellón, Gijón, Huelva, Madrid, Oviedo, Sevilla, Valencia, Vigo, Vitoria y Zaragoza. Se ha tomado en consideración la concentración de contaminantes durante dos días seguidos y el índice de mortalidad del segundo de estos días, con el objetivo de buscar la relación a corto plazo entre ambas variables. Así se ha intentado descartar la incidencia de otros factores en la mortalidad y se ha buscado el impacto cotidiano de las oscilaciones de la contaminación en el número de defunciones diarias.

La contaminación está recortando entre seis meses y un año la vida de las personas
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Y el impacto aparece en los datos radiografiados con una precisión nítida. Aparte del monóxido de carbono (CO2), se ha comprobado que incrementos de 10 mg/m3 de los dióxidos de azufre (SO2) y de nitrógeno (NO2) se asocian con aumentos del 0,5 y 0,6% de la mortalidad. Un incremento del mismo orden de los llamados humos negros provoca el 0,8% más de defunciones diarias. Se trata de variaciones significativas, aunque modestas si tenemos en cuenta que las variaciones de defunciones de un día a otro pueden ser de más del 40% por cuestiones aleatorias.

Estos datos se refieren a incrementos en la mortalidad total. Pero los contaminantes afectan a dos grupos básicos de enfermedades: las respiratorias y las cardiovasculares. Aquí el rastro de sus efectos es mucho más notorio: el incremento de monóxido de carbono aumenta en un 2,3% la mortalidad debida a enfermedades circulatorias y en un 3,2% la debida a enfermedades respiratorias. Por su parte, los óxidos de nitrógeno y azufre aumentan en un 1,2% la mortalidad de tipo respiratorio y un 0,6% y 0,8%, respectivamente, las enfermedades del aparato circulatorio.

Otros estudios están llegando a conclusiones parecidas. Los ingresos hospitalarios debidos a enfermedades cardiovasculares e isquemia en siete ciudades europeas aumentan significativamente cuando se incrementa el nivel de SO2 durante ese día y el anterior, según un estudio coordinado por Jordi Sunyer, del Instituto Municipal de Investigaciones Médicas de Barcelona. Sunyer concluye que "una reducción de los niveles de SO2 en las ciudades europeas comportaría un menor número de admisiones hospitalarias". Otro trabajo coordinado por Sunyer en los hospitales de Barcelona indica que un aumento del dióxido de nitrógeno y del ozono puede exacerbar los casos de asma severa y causar la muerte entre los pacientes de esta dolencia.

Los mecanismos fisiológicos que explican el efecto de estos contaminantes sobre la mortalidad se basan en una larga serie de evidencias. Las partículas inducen un incremento de la coagulabilidad sanguínea, aumentan la presión arterial y la frecuencia cardiaca. Asimismo, se han detectado cambios inflamatorios alveolares. Por su parte, la capacidad tóxica del CO sobre el sistema cardiovascular es de sobras conocida. Este tóxico puede producir disnea e hipoxia al provocar la formación de carboxihemoglobina. En el caso del óxido de nitrógeno, sin embargo, el mecanismo de actuación es menos conocido, aunque se piensa que puede provocar una respuesta inflamatoria y dañar los macrófagos alveolares, con el consiguiente incremento del riesgo de infecciones pulmonares.

Según destacan los autores del estudio en su publicación en la revista Medicina Clínica, "a los niveles actuales, la contaminación atmosférica sigue representando un riesgo para la salud de la población española". El estudio ha sido realizado por 11 grupos de científicos coordinados por Ferran Ballester, investigador de la Unidad de Epidemiología y Estadística de la Escola Valenciana d'Estudis per a la Salut.

Los autores destacan que su estudio "sólo permite valorar el impacto agudo de la contaminación atmosférica", sin que sea posible "distinguir entre las defunciones que han sido simplemente adelantadas unos días o meses y aquellas que representan una pérdida importante de años de vida". Es difícil saberlo, pero algunas estimaciones creen que en Occidente la contaminación está recortando entre seis meses y un año la vida de las personas.

Lo que está claro es que la contaminación urbana no afecta por igual a todo el mundo. "Las personas que padecen enfermedades crónicas, respiratorias y cardiovasculares son más sensibles", afirma Ferran Ballester. Otro grupo muy afectado son los niños, porque tienen un aparato respiratorio que aún está madurando, pueden pasar más tiempo al aire libre e inhalar un volumen importante de aire. Y, en cambio, contra lo que podría parecer, el grupo de personas de más de 70 años no apareció mucho más afectado que el resto de las edades. El estudio coordinado por Ballester no permite evaluar el impacto global de la contaminación a largo plazo que, sin embargo, se estima que debe ser "realmente importante".

Como el tráfico suele ser la fuente principal de emisión de estos contaminantes, queda claro por dónde hay que empezar a atajar el problema. Así las cosas, el fomento del transporte público y una buena planificación de la movilidad urbana se convierten en una inestimable herramienta de salud.

Entre el este y el norte de Europa

Los efectos a largo plazo de la contaminación han sido estudiados en el proyecto APHEIS, que incluye 26 ciudades europeas, entre ellas Barcelona, Bilbao, Madrid, Sevilla y Valencia. En este caso se han estudiado las partículas menores de 10 micras que flotan en el aire urbano y que inhalamos continuamente. Y sus resultados indican que si se consiguiera reducir el nivel de partículas sobre 20 µg/m3 se podrían prevenir anualmente unas 11.855 muertes prematuras en estas 26 ciudades, lo que supondría evitar unas 43 defunciones por cada 100.000 habitantes.

El nivel de contaminación de las ciudades estudiadas varía enormemente desde 14 a 73 µg/m3 para las partículas totales en suspensión y de 8 a 66 µg/m3 para los humos negros. Los peores niveles suelen estar en las ciudades del este, y después, en las del sur, entre ellas las españolas, cuyos niveles de contaminación están en una situación intermedia entre las del este y las del norte de Europa. En buena parte, esto se debe al clima mediterráneo, ya que el escaso régimen de vientos no ayuda a dispersar los contaminantes.

Sea cual sea el nivel de polución urbana, cualquier reducción de contaminantes tendrá efectos beneficiosos, puesto que "para algunos contaminantes, como las partículas finas, no parece existir un límite inferior por debajo del cual desaparezca el daño sobre la salud, sino que se detectan efectos siempre", según Ferran Ballester.

El proyecto APHEIS concluye que "hasta las menores reducciones de contaminantes tendrían un impacto positivo en la salud pública, lo que justifica tomar medidas preventivas en todas las ciudades, aunque sus niveles de polución sean bajos".

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