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Reportaje:

Los norteamericanos también se fugan

Ciudadanos de a pie y políticos locales culpan a Bush de la evasión de empresas a otros países

Las grandes corporaciones de EE UU miran cada vez con más interés hacia el otro lado del Pacífico para concentrar toda su producción en los países del sureste asiático, donde la mano de obra es mucho más barata y pueden conseguir ahorros de hasta el 80%. También hacia América Latina. Una estrategia empresarial que no está gustando mucho al público estadounidense ni a los dirigentes locales, independientemente del color político, que critican que se estén llevando los empleos fuera de EE UU. Pero no pueden hacer nada para impedir la fuga.

El debate en EE UU sobre este nuevo fenómeno puede parecer a simple vista muy emocional y rodeado por un profundo orgullo patriótico, a veces con tintes demagógicos. Pero los economistas explican que esta deslocalización creciente de las empresas estadounidenses hay que entenderlo como "un proceso natural en el seno de una economía globalizada" y afirman que detrás hay "decisiones empresariales inevitables". Las opiniones son divergentes y el asunto podría convertirse en uno de los caballos de batalla de cara a las presidenciales de noviembre.

Grandes corporaciones, como IBM o Levi's, planean dejar EE UU para ahorrarse entre un 50% y un 80% de costes laborales
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El mercado laboral estadounidense es la primera 'baja'

El ejemplo reciente más llamativo es el de Levi Strauss, que ha cerrado todos sus centros de producción en EE UU para el cosido y acabado de sus famosos pantalones vaqueros. En primavera tiene previsto desmantelar el resto de las plantas manufactureras que le quedan en América del Norte para subcontratar la producción a compañía chinas, indias y mexicanas. "Es una cuestión de supervivencia", señalan desde Levi's. "Seguiremos siendo una marca americana", afirman, "pero también somos una compañía global y nuestros productos se venden en todo el mundo".

No es la única que hace este razonamiento. La compañía informática IBM maneja un documento interno en el que se afirma que podrá ahorrar hasta 168 millones de dólares anuales si traslada "varios miles" de sus programadores fuera del mercado laboral de EE UU. Y ponen este ejemplo: el coste de un programador en China con entre tres y cinco años de experiencia es de 12,5 dólares a la hora, incluido el salario y las cargas sociales. El coste de un empleado estadounidense con los mismos requisitos y beneficios es de 56 dólares por hora trabajada, el doble que un programador chino con más de ocho años de experiencia.

La intención de IBM, a partir de estos cálculos, es empezar a deslocalizar producción este año de varios de sus centros de producción en EE UU hacia China, India y Brasil, donde las cargas laborales son "sustancialmente más bajas". Se estaría hablando de empezar con 3.000 empleados contratados hoy en EE UU. Otras compañías del sector, como Accenture o Google, han anunciado recientemente su intención de abrir centros de ingeniería en la India este año en su proceso de expansión.

Temor en las filas demócratas

Los economistas hacen unas proyecciones similares a las de estas empresas y afirman que los costes laborales pueden reducirse entre un 50% y un 80% dependiendo del sector y del país hacia el que se oriente la deslocalización. En el caso de la industrial textil, el recorte de los gastos es más dramático para las empresas. El hecho de que las grandes compañías del sector tecnológico prefieran concentrar su producción en países menos avanzados en lugar de aprovechar los conocimientos de los empleados más preparados que tiene el país, plantea dudas entre los dirigentes políticos.

Desde las filas demócratas se advierte, además, de que esta política de reducción de los costes empresariales acabará minando el frágil mercado laboral doméstico y critican la estrategia económica seguida por George Bush desde la Casa Blanca. Además, señalan que es contradictoria con el plan de la Administración para tramitar permisos de trabajo a inmigrantes que estén dispuestos a cubrir los empleos que no quieren los estadounidenses.

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