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Columna
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Veinte años no es nada

Miraba la retransmisión del partido en el televisor y descubría que, como los estadounidenses, los hinchas del Nou Camp, con el President de la Generalitat a la cabeza, cantan el himno catalán antes del partido. En eso nada tienen que ver con la indolencia patriótica de los españoles, que no cantan el himno nacional, entre otras razones, porque no tiene letra y la que hizo José María Pemán más vale ni recordarla. Luego sale el Barça al campo y más parece que es la legión holandesa que otra cosa, sin ningún distintivo que recuerde tan importante recluta.

Sin embargo, el portero barcelonista, que estuvo para fastidiarle la tarde al Athletic y que no es holandés, llevaba los colores del príncipe de Orange. El naranja, los colores holandeses, los de aquel príncipe reformador a quien, por cierto, ¿a que no saben ustedes quiénes lo asesinaron?: fueron tres vascos los que le descerrajaron un pistoletazo en su palacio de Amberes, creyendo así hacerle un gran servicio a su Imperial y Católica Majestad Felipe II. Otra gran contribución nuestra a la historia negra de España. Los ajusticiaron poco días después. Nosotros siempre tan progres: el que no estaba en la Compañía de Jesús hacía la contrarreforma a pistoletazos. Empatamos a uno, aunque pudimos haber ganado.

Veinte años no es nada, dice el tango, aunque el que se los pasa en una cárcel los cuenta día a día. Pero parece que fue ayer cuando Xabier Arzalluz empezó a destacar en el PNV. Se va este anciano timonel sin ver la tierra prometida, pero subido todo su pueblo en un AVE hacia ese destino, tras su decisiva misión de sacar al pueblo elegido de la sumisión a los egipcios, después de haber sido uno de ellos (me refiero a Moisés).

Se va el del gesto y voz tronante, dando paso a otra generación sin ningún compromiso con el pasado, que puede empezar la historia justo en el punto en que él la deja. Otra generación que puede ocultar los compromisos del pasado disfrutando del gran trampolín que supone el poder en la autonomía. El que rechazó el derecho de autodeterminación en 1978, en el debate constitucional, ya no está, el del discurso del Arriaga ya no está, pero ha dejado señalado con su báculo, sin hipotecas personales, el gran salto adelante hacia la soberanía. Dudo mucho que quisiera Arzalluz engañar -el primer engañado, posiblemente, fuera él-, aunque al final muchos nos quedemos con la sensación de haber sido timados por el de la estampita. Si para los catalanes lo importante es la pela -"la pela es la pela"-, para un dirigente de un partido como el PNV lo único importante es el partido. Caiga Roma y el Senado con tal de que electoralmente la cosa funcione.

Arzalluz acabó aceptando la aportación ideológica de ETA, la aportación nacionalista de ETA, sin desterrar la tradicionalista del PNV, dando lugar a un sincretismo explosivo, la formulación del partido-sociedad. Así, las conclusiones de la asamblea del partido es su "ley", pero los derechos individuales quedan supeditados a los derechos colectivos.

Con su desprecio al liberalismo desde el tradicionalismo y el colectivismo izquierdista, las dos concepciones del nacionalismo vasco se encuentran en una fase histórica previa al liberalismo, a la declaración de los Derechos del Hombre del Juego de la Pelota. Se reencuentran para la póstuma reacción absolutista, vístase con los ropajes que quiera, los de la antiglobalización, los del postmarxismo o los de los libertadores ante la opresión del PP. Opresión más que creíble, porque en esto coinciden con la denuncia socialista. El salto teórico por el que hubiera apostado el clero y la nobleza en los Estados Generales de la Francia de 1789 lo tenemos actualizado en el Plan Ibarretxe y a disposición del consumo de una izquierda huérfana de un proyecto propio.

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Se puede ir tranquilo el gran conductor: el único obstáculo es el PP, que, además, está bastante influenciado por un tradicionalismo español que favoreció esta organización territorial tan original (no un Estado federal), que ahora disfrutamos y padecemos a la vez. Hasta mi madre me ve deprimido.

"Los derechos individuales no pueden negar los derechos colectivos", recuerden esta tesis, la gran declaración de la Asamblea del PNV, que enmienda la esencia y sustancia de todo el entramado democrático de toda organización moderna incluida la UE. Nada tiene que ver con la España ni la Europa de los ciudadanos.

El ciudadano se diluye en el gran proyecto colectivista; esa fue la excusa nazi, y es el autoritarismo, si no el totalitarismo, el sistema político que acabará conduciendo, si hoy no lo está haciendo ya, tan terrorífico proyecto. Los jóvenes que suceden a Arzalluz no saben que el colectivismo nacionalista -con bayonetas, pero sobre todo, con repiques de campanas y bajo palio-, fue lo que sustituyó a la II República Española. Están libre del pecado, y del pasado, para volver a cometer los mismos grandes errores.

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