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Reportaje:DÍAS DE OCIO

Meneses y las míticas fotos de Fidel

Una joven de La Habana consiguió sacar subrepticiamente de Cuba 2.000 negativos cosidos en las enaguas

Estar en el sitio adecuado y en el momento preciso. Y conseguir estar. Enrique Meneses (Madrid, 1929), el reportero que logró la exclusiva de fotografiar a Fidel Castro y sus hombres en Sierra Maestra, explicó el pasado miércoles, en una amena charla ante los asistentes a la exposición que recoge una selección de esas fotos, cómo el éxito que acompaña a los maestros del periodismo se cocina con algo más que la suma de casualidades y juegos del destino. Meneses no era el único fotógrafo que arribó a Cuba a finales de 1957 con el propósito de contactar con un "grupito revolucionario" del que se empezaba a hablar en las redacciones de Europa. De hecho, cuando él llegó, enviado por la revista Paris-Match, había ya en la isla unos 15 periodistas con el mismo objetivo: conseguir las primeras imágenes de los integrantes del movimiento guerrillero 26 de Octubre.

El impacto de las instantáneas de Meneses fue tal que una de ellas -Fidel, leyendo a la luz de una vela sostenida por una guajira en cuclillas- fue seleccionada entre las mejores fotografías del año. Pero la más emblemática de todas es la instantánea en la que Fidel, con el fusil en la mano izquierda y la sierra al fondo, se gira y mira al fotógrafo. La imagen fue portada de Paris-Match en marzo de 1958 y convirtió a Castro en un símbolo: el hombre de la Sierra Maestra", recordaba Meneses junto a Diego Caballo, presidente de la Asociación Nacional de Informadores Gráficos y comisario de la exposición.

Esa misma foto ha sido elegida para los carteles de una muestra que estará en el Centro Cultural Galileo (calle de Fernando El Católico, 35) hasta el 13 de febrero con la intención de "reivindicar la imagen". Los periódicos, sin fotografías estarían desnudos", según Caballo. Meneses consiguió esas fotografías durante los cuatro meses que convivió con los guerrilleros. Para ello tuvo que eludir tanto los controles oficiales que operaban sobre los periodistas como el recelo de los insurgentes ante los extraños.

"Los periodistas americanos llegaban al aeropuerto de Santiago de Cuba a media mañana, en el avión más confortable y con cuatro o cinco cámaras al cuello. Nada más bajar del avión se encontraban con el general Chaviano, que se enteraba de todos sus movimientos. Mandaron incluso a un negro. Pero si ese negro se viste en Nueva York, no pasa desapercibido.Yo conocía un santiaguero cuya madre era aragonesa y tenía un bar", relató Meneses.Las cámaras de fotos llegaron a Santiago camufladas en una caja de botellas. "Yo sabía que el general no iba a pasar todo el día en el aeropuerto esperando a los periodistas. Cogí el peor avión que había (le llamaban el cañero) y aterricé en Santiago como si fuera un nativo: me había dejado bigote, vestido con guayabera y con un puro en la boca", explica el reportero. Tras quince días en Santiago escondido en la casa de unos simpatizantes, se presentó ante la camarada Deborah (Vilma Espin, esposa actualmente de Raúl Castro) y consiguió que le subieran a a la sierra.

Secuestro de Fangio

Más complicado fue sacar de la isla, para que llegaran a la redacción de Paris-Match, el material gráfico y el reportaje en el que dio a conocer a Fidel Castro y los 150 hombres que le acompañaban. Las fotos (2.000 negativos) y el texto (50 folios) salieron de Cuba a Miami como parte del vestuario de Piedad Ferrer, "una joven de 17 años de cintura breve". Se llevaban entonces esas faldas ajustadas a la cintura que cogían vuelo merced a unos cancanes almidonados. Durante todo el vuelo, Piedad llevó dos cancanes puestos con los negativos y el reportaje cosidos en su reverso. "Sólo dejamos libre la zona del culete para que se pudiera sentar", recuerda Meneses. En las notas, el reportero pedía a Paris-Match que no publicase las fotos hasta que no saliera de Cuba.

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Pero la revista no respetó esa petición porque la situación en la isla se puso súbitamente de actualidad tras el secuestro, el 23 de febrero de 1958, del campeón del mundo de automovilismo Juan Manuel Fangio, invitado por el dictador Fulgencio Batista a participar en una exhibición. Fangio se quedó sin correr y Meneses alcanzó por su exclusiva una notoriedad tal que sólo consiguió abandonar Cuba tras una semana de prisión. Desde entonces no ha podido regresar: "Fidel se enfadó porque dije que había comunistas en la sierra y el Ché, al que vi unos años después, me dijo: si vuelves te da paredón", concluye.

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