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Holanda admite su fracaso para crear una sociedad multiétnica

Un informe parlamentario desaconseja prohibir el uso público del velo

Isabel Ferrer

Si bien la mayoría de los inmigrantes residentes en Holanda ha conseguido integrarse, el Estado no ha logrado crear una sociedad "multiétnica y armónica" a pesar de su tradicional tolerancia. A esta conclusión ha llegado un informe parlamentario criticado por la coalición cristiano-demócrata y liberal en el poder por su ingenuidad y la vaguedad de sus recomendaciones. Entre los consejos figura no prohibir el uso público del velo.

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El trabajo abarca 2.500 páginas y ha examinado durante un año las políticas de inmigración y la situación de las minorías étnicas en las tres últimas décadas. En opinión de Stef Blok, responsable del análisis titulado Tendiendo puentes, en Holanda sólo se habla abiertamente de la inmigración desde hace dos años. Durante el periodo anterior, los diferentes Gobiernos, ya fueran de centro-derecha o socialdemócratas, apenas abordaron el asunto para evitar conflictos. La aparición de Pim Fortuyn, el líder ultraconservador asesinado en 2002, que pedía el cierre de las fronteras porque "Holanda estaba llena" y que calificó al islam de cultura retrógrada, rompió el silencio.

Todos los programas políticos se llenaron entonces de planes para mejorar la integración de comunidades étnicas, en especial la turca y la marroquí, que llevan ya tres y cuatro generaciones en el país y siguen a caballo entre las dos culturas. Uno de los ejemplos más claros de ello es el hecho de que hasta un 75% de los varones de ambas comunidades en edad de casarse regresa a la tierra de sus padres para elegir esposa. Las escogidas no hablan holandés y desconocen las costumbres de su nuevo hogar. Para Blok, ese viaje retrasa la integración de la nueva familia creada, ya que imita a la de los abuelos cuando llegaron a Holanda.

El informe alterna críticas y cumplidos, un ejercicio de estilo calificado de superficial en medios parlamentarios. Así, mientras por un lado felicita a la sociedad por haber sabido aceptar al inmigrante, atribuye la discriminación a los fallos de los poderes públicos. Los gobernantes habrían pasado de la visión de los años setenta, donde el inmigrante era un trabajador temporero que se marcharía pronto, a la ola de protección de su lengua e identidad de los ochenta para animarle a integrarse. En los noventa empezaron a removerse algo las cosas hasta llegar a hoy, con la presentación de una hoja repleta de obligaciones encabezada por el aprendizaje del holandés y los cursos de civismo. De no cumplirse estos requisitos, que incluyen a los imames en Holanda, pueden imponerse sanciones o negarse los permisos de residencia.

Para uno de los problemas más acuciantes de la integración, esto es, la educación impartida en las escuelas públicas con mayoría de niños inmigrantes, llamadas "negras" en Holanda, el estudio propone varias medidas. Apunta que los municipios y los centros deben favorecer una mayor mezcla de niños. Recuerda asimismo que tiene que enseñarse mejor la historia y las normas sociales y legales holandesas. Pero deja intacta la libertad de enseñanza, protegida por la Constitución. La Constitución consagra la existencia de diferentes escuelas que pueden rechazar a ciertos alumnos -en la práctica, con pocos recursos o bien musulmanes- para "preservar la identidad y el ideario del centro".

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