Un símbolo de otra era
España trata de devolver una cruz que trajo de Rusia la División Azul
Para una cruz de cobre dorado rematada por una paloma, la historia de la División Azul (los voluntarios españoles en la invasión de la URSS por la Alemania nazi) no ha concluido aún. La cruz coronaba la cúpula central de la catedral ortodoxa de Santa Sofía de Nóvgorod, que data del siglo XI y que es uno de los templos más antiguos de Rusia. En 1942 se desplomó en un bombardeo de la artillería soviética contra las posiciones del mando de la División Azul, situadas en el Kremlin de Nóvgorod. Desmontada y en un camión, la cruz fue trasladada a Burgos, y desde 1943 ha estado en la capilla de la Academia de Ingenieros Militares, ahora en Hoyo de Manzanares (Madrid).
Si los españoles, que quieren devolver la cruz, y los rusos, que quieren recuperarla, acaban encontrándose en un gesto digno, la cruz de Nóvgorod puede ser un símbolo de la superación de los fantasmas de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, ni las gestiones de Moscú ni las de Madrid -en las que ha mostrado un interés especial la Casa Real- han dado resultado hasta hoy.
Protagonista de los sucesos que concluyeron con el traslado de la cruz a España y uno de sus pocos supervivientes es el general José Luis Aramburu Topete, ex director de la Guardia Civil. Aramburu Topete fue capitán de un batallón de zapadores en la 250ª División, más conocida por la División Azul, desplegada en la zona noroccidental de Rusia entre octubre de 1941 y noviembre de 1943.
"Recuerdo que era 4 de junio de 1942, día del Corpus Christi, y que el comandante Alfredo Bellod convocó a los oficiales del batallón a una reunión en un edificio muy cerca de la catedral. Al poco tiempo, la artillería bolchevique comenzó a disparar contra nosotros con gran precisión. Dispararon unas tres horas. No nos dieron, pero hicieron polvo la chapa de la cúpula. Las cruces se desplomaron y quedaron muy dañadas. Cuando todo terminó, recogimos la cruz principal, que tenía cerca de dos metros y medio de altura, y a alguien se le ocurrió mandarla arreglar. Luego, la trasladamos a España como símbolo de lo sucedido", relata en una conversación telefónica el general, de 81 años.
Aramburu Topete todavía conserva un pedazo de metal grabado con el lenguaje de entonces: "El Ejército español vio el sol de la victoria reflejarse en la dorada cúpula milenaria del Kremlin de Nóvgorod destrozado por la artillería bolchevique...".
Aramburu Topete planea un viaje a Nóvgorod con su esposa para mayo y no se opone a la devolución de la cruz. No obstante, dice estar preocupado por "la interpretación histórica". "No me parece mal devolverla, pero no queremos que nos insulten acusándonos de saqueo", afirma.
En octubre de 2003, Aramburu Topete acompañó al rey de España, don Juan Carlos, cuando éste visitó la cruz en la capilla de la academia. Informada sobre el periplo de la cruz, la Casa Real consideró la idea de devolverla, eventualmente, en la visita que el príncipe Felipe realizó a Rusia en 2003. Sin embargo, no se habían tenido en cuenta las dimensiones del objeto. "Nos llamaron de la Casa Real, pero cuando se enteraron de que medía 2,5 metros de altura se echaron las manos a la cabeza", dice el director de la academia, el general Jesús Guerrero Chacón, a quien le gustaría contar con una réplica de la cruz, en caso de tener que desprenderse de ella.
En 2003, durante una entrevista del ministro de Cultura, Mijaíl Shvidkoi, con el embajador de España, José María Robles Fraga, los representantes rusos propusieron precisamente hacer una réplica de la cruz, afirma el diplomático español, según el cual los rusos no han contestado aún a la oferta de devolución.
La provincia de Nóvgorod ha hecho sus propias gestiones para recuperar la cruz. "Si nos devuelven la cruz, pueden estar seguros de que celebraremos un acto digno, e incluso estamos dispuestos a dar las gracias", afirma el alcalde de Nóvgorod, Nikolái Grazhdankin.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.