Las patadas a destiempo de Montoro
Las declaraciones del ministro de Hacienda suscitan polémica, sobre todo cuando se pone el 'uniforme' de partidoSu intervención en el Parlamento andaluz en el aniversario de la Constitución irritó al PP
Hubo un tiempo en el que Cristóbal Montoro asumía que la refriega política no era lo suyo -"soy aburrido en los mítines"-, pero ese tiempo acabó desde que pasó de secretario de Estado de Economía a ministro de Hacienda y a encabezar la lista del PP de Jaén al Congreso en 2000: no tuvo más remedio que bajar a la arena. Como ministro y diputado, la estrategia a seguir en la comunidad deja poco margen a la improvisación: lucha cuerpo a cuerpo con la Junta en cualquier terreno.
A ella se ha aplicado con disciplina y desigual suerte Montoro, que ha tenido un claro protagonismo en el último encontronazo entre ambas administraciones a cuenta del dinero que dejó de ingresar Andalucía por el anterior modelo de financiación (1997-2001).
Lo que ha ocurrido en el último año y medio con la negociación entre Junta y Gobierno sobre la financiación ilustra el comportamiento de Montoro en el pantanoso terreno de la política.
La negociación se abrió en julio de 2002, semanas después de que la Audiencia Nacional diese la razón a la Junta sobre el pago del 2% retenido por el Gobierno a Andalucía en los Presupuestos de 1997. Montoro no tuvo empacho en confesarse con algunos periodistas cuando la negociación estaba al rojo vivo. "No hace falta que lo diga la Audiencia, ya sé que me queda por pagar el 2% a Andalucía".
En 2003, las llamadas a reanudar la negociación aparecían y desaparecían cual Guadiana, hasta que en diciembre la presidenta del PP andaluz, Téofila Martínez, presentó una iniciativa para saldar todo el conflicto de la financiación con un pago de 2.500 millones de euros, oferta que haría en cuanto el "PP esté en el Gobierno andaluz".
El pasado miércoles tocaba a Javier Arenas y Montoro escenificar el respaldo del Gobierno a la propuesta de Martínez. Era un gesto significativo porque el Gobierno daba así su visto bueno a una iniciativa que la Junta ya había planteado y encaminado a reforzar a Martínez como impulsora de la iniciativa.
Y Montoro se puso a la faena. Primero dijo que un acuerdo con los actuales responsables de la Junta era "inviable". Y luego remató, con su deseo de que "el próximo periodo electoral termine en Andalucía con un cambio de Gobierno que permita conseguir un acuerdo que dé normalidad a las relaciones económicas y financieras". El ministro había olvidado que era ministro y en su afán partidista se había pasado de frenada. Arenas trató de echarle una capote -"la propuesta se mantendrá gane quien gane en las elecciones", se apresuró a acotar-, pero el daño estaba hecho: Montoro había vinculado pagar un dinero a una administración a su color político, un pecado que nunca debe confesarse en público.
No es la primera vez que Montoro realiza declaraciones que no se le suponen a alguien refugiado normalmente en el lenguaje pausado y monocorde de los números. Han sido también frecuentes las intervenciones que no han gustado al PP andaluz por su tibieza. Montoro se aprendió la lección y en mayo de 2002 sí enfatizó que, gracias al Gobierno, el crecimiento económico había permitido que "Andalucía converja con la media nacional y comunitaria". Pero lo hizo en un momento en el que el PP andaluz negaba que tal convergencia. "¿Está mintiendo Montoro? ¿O es que su posición es tan insostenible que tiene que venir a rectificarle de Madrid?", espetó Chaves a Martínez en el Parlamento.
Hace mes y medio, Montoro sustituyó a Arenas en los actos organizados por la Cámara andaluza para conmemorar el 25º aniversario de la Constitución. Los asistentes se mostraron primero perplejos porque el ministro encajó un discurso con elogios a la gestión económica del Ejecutivo central, cuando la situación pedía una exposición institucional. La perplejidad dio paso al enfado entre los populares cuando Montoro recalcó la "aguda y persistente transformación" de Andalucía. Todo se saldó con un pequeño tirón de orejas.
Los consejeros de la Junta, por contra, no tienen reparos en elogiar la mano izquierda de Montoro para llevar a buen puerto el nuevo modelo de financiación, vigente desde 2002.
En los últimos años, Montoro se ha puesto varias veces el uniforme partidista, pero no acaba de estar a gusto, unas veces le queda corto y otras largo. Es como ese jugador técnico al que el entrenador le pide desde la banda que meta la pierna. De esos que, a diferencia de los jugadores marrulleros, que se hinchan a calentar tobillos y meter el codo, cuando suelta una patada lo hacen a un palmo del árbitro. Y reciben, estupefactos, una tarjeta roja mientras el rival, con media sonrisa, se retuerce en el suelo.
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