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Reportaje:

Valie Export: la mirada resistente

Quién medirá el ardor y la violencia de un corazón de poeta cuando se ve atrapado y enredado en un cuerpo de mujer?, se pregunta Virginia Woolf en Una habitación propia, a medio camino del relato sobre la historia imaginaria de "Judith Shakespeare", la "hermana asombrosamente dotada del gran bardo isabelino". Escribe Woolf que Judith, como su hermano William, se habría escapado a Londres sin haber cumplido los diecisiete años para convertirse en poeta-dramaturga porque "los pájaros que cantaban en los setos no sentían la música más que ella". Pero muy pronto se dio cuenta de que su futuro teatral se encontraba en la explotación de su sexualidad. El director de teatro Nick Greene se mostró muy pronto dispuesto a explotarla. "Tuvo piedad de ella", escribe Woolf, "se encontró embarazada de éste y por eso -¿quién medirá el ardor y la violencia de un corazón de poeta cuando se ve atrapado en un cuerpo de mujer?- se mató una noche de invierno y hoy yace enterrada en una encrucijada donde ahora paran los autobuses, junto a Elephant and Castle".

Esta obra sobre la seducción, la traición literaria y la cuestión de la mujer y la ficción provocó intensas meditaciones en un grupo de artistas de finales de los sesenta y setenta que rechazaron la history del arte, mientras en sus trabajos realizaban una prospección en la herstory (historia; her, de ella) con obras que se enfrentaban con las expectativas del público sobre el sentido del cuerpo y cómo éste cuenta su historia. Valie Export, Adrian Piper, Lygia Clark, Carolee Schneemann, Maria Lassnig y Marina Abramovic optaron por la performance y rechazaron el medio pictórico, ya que creían que era una forma artística no limitada por tradiciones restrictivas, sino que era más abierta y experimental, permitía crear nuevos significados y carecía de una historia de contenidos preconcebidos. Leyeron a Woolf y a Gertrude Stein, las pioneras del pensamiento femenino: "Woolf era un ejemplo brillante del vínculo entre una sensibilidad femenina y una pulsión artística creadora que lleva a modelos universales", afirma Export.

Los temas abordados en aquellas performances o "arte total" aludían a los métodos en que las mujeres eran marginadas o ignoradas de forma que el espectador tomaba conciencia de sí mismo al detectar las jerarquías de poder camufladas en la historia de la representación artística. La construcción de la feminidad empezaba a ser cuestionada por las prácticas feministas revolucionarias que rompían los esquemas lacanianos que consideran a la mujer simplemente una parte de esa Otredad de la cual se protegen la identidad masculina y la cultura occidental.

En su trabajo, Valie Export

cree que sí es posible una inversión "femenina" de la perspectiva, lo que llevaría a la existencia del Otro del Otro. El lenguaje del cuerpo intentaría hablar como mujer dentro de un espacio teórico hostil, crearía una nueva óptica femenina que implicase una relación diferente con el espacio y el tiempo. Todo lo contrario a lo que experimentaron los Accionistas Vieneses, que en sus tácticas destroyers abusaban de las mujeres como una forma de liberación sexual (masculina). En España, unos años más tarde, se seguían los modelos estéticos de la Fura dels Baus, que los sectores más progresistas elogiaban sin tener en cuenta que estas prácticas misóginas tendían a hacer de las mujeres víctimas al mismo tiempo consentidoras y resistentes. Pues bien, Valie Export, que además no venía del mundo de la pintura, como los accionistas y otros performers (Allan Kaprow, Jim Dine, Rauschenberg), sale de esta camada vienesa, por piernas, y en 1969 se presenta en un cine de Múnich con el pelo alborotado, vestida con chaqueta rockera, una esclava en la muñeca derecha, zapatos de medio tacón y unos jeans abiertos a la altura del sexo. Mauvais garçon, Valie cambia de sexo mostrando el suyo. Empuña una escopeta, un símbolo fálico que exhibía y apuntaba a la cabeza de la gente. Pánico general y desbandada. El sexo es un estado de ánimo, una violación de la mirada. Sade es una mujer.

Un año antes, Export adquirió una nueva identidad al cambiar su nombre (Waltraud Hollinger, Linz, 1940) y el apellido de casada para apropiarse de una marca popular de cigarrillos de bajo precio, Smart Export (los Celtas españoles). En uno de sus primeros trabajos, su rostro ocupaba con una fotografía (Selbsproträt, 1968) un paquete de cigarrillos cuyo logotipo había sido manipulado y con una leyenda en latín y alemán "Semper et ubique, Immer und Uberall" (siempre y ubicua), una forma de significarse como una mujer cuya impronta es fruto de su voluntad y no de la imagen sexista que la iconografía occidental construía de ellas.

Organizada por el Centre National de la Photographie de París, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y Camden Arts Center de Londres, la retrospectiva de Valie Export reúne un centenar de trabajos de esta artista austriaca, desde sus primeras acciones, su cine abstracto (cuyas fuentes nacían en el libro seminal de Gene Youngblood, Expanded Cinema, una nueva forma de comunicación o collage extendido en el tiempo y una denuncia sobre el concepto de autor); su elaboración fotográfica sobre el tiempo y el espacio en las obras conceptuales nacidas de su rechazo a la galería y al museo, las body configurations (1972-1982) -interesantísimos clichés que relacionan la arquitectura con el cuerpo y que recuerdan las piezas de Robert Morris o Vito Acconci-, sus vídeos, dibujos, instalaciones y sus películas más recientes.

Una de las performances legendarias de Export es Tapp und Tastkino (cine de tacto), 1968, junto a Peter Weibel: la artista está ceñida en una especie de relicario con cortinas. Weibel arenga a los transeúntes bienpensantes a que palpen el pecho de su compañera. Sólo es posible tocar como ciego. Prohibido mirar. La mujer en conserva. Otras fotografías documentan su primer tatuaje (Body sign action, 1970), una liga sobre el muslo, el fetiche hecho carne. Export rechaza el estatus patriarcal de lo femenino pasivo. La artista es ella y es ella la que exhibe su cuerpo. El hombre sólo utiliza su voz. En la película Remote... remote... (1973) la artista se apropia del instrumento predilecto del hombre, la navaja, para cortarse las uñas y los dedos. Se chupa los dedos. La sangre persiste, los ahoga en un tarro de leche. Los fluidos de la feminidad.

En Del archivo de la condición canina (1968), Export camina por una zona comercial del centro de Viena llevando a Peter Weibel como si fuera un perro cogido de una correa. Las fotografías de la acción son impagables. En Identitättransfer (1973) yace en el suelo, en dos fotografías, una vestida y otra desnuda, sobre un solar pedregoso junto a una puerta de madera, que recuerda a Etant donnés, de Duchamp. La perturbadora Mann, Frau & Animal (1973) narra el recorrido que empieza en el placer solitario de una mujer hasta el final sangriento. En Touching, body poem (1970), Export explota todas las posibilidades minimalistas del vídeo. Y en Eros/sión (1973) se restriega sobre cristales rotos o se quema con cera caliente, un camino hacia la erotización a través de la violencia. De los mismos años es la serie de dibujos que tienen como escenario el infierno doméstico de la cocina, hechos con trazo ingenuo a la manera de los de Leonora Carrington, donde se mezclan los traumas infantiles, los deseos reprimidos y la religión.

Gracias a la obra de Valie Export, los trabajos de Mona Hatoum, Gillian Wearing, Janine Antoni, Sam Taylor-Wood o Pipilotti Rist otorgan un sentido nuevo a la cuestión sobre lo que las mujeres pueden ofrecer al arte y lo que el arte puede a su vez darles, la creación de nuevas ideas que respondan a su sensibilidad y deseos.

Valie Export. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Monasterio de la Cartuja. Avenida de Américo Vespucio, 2. Sevilla. Del 22 de enero al 2 de mayo. Comisarios: Carolina Bourgeois y Juan Vicente Aliaga.

'Salto ontológico-brazo' (1974), obra de Valie Export.
'Salto ontológico-brazo' (1974), obra de Valie Export.

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