Ruralismo negro
A finales de los años 70 y principios de los 80 en la narrativa vasca sucedió un cambio en la percepción del mundo rural. Como es bien conocido, existió una idealización del caserío en la novela de comienzos de siglo, en la que influyó también la ideología nacionalista. Los nuevos escritores pretendían mostrar la cara oscura y naturalista de un mundo que también era cruel y no ocultaba una serie de rasgos de ruralismo negro. En esta corriente se inscribieron Bernardo Atxaga, Inaxio Muxika Iraola y Pako Aristi, entre otros.
Las horas del búho de Txiliku, el seudónimo de Jesus Mari Olaizola, recientemente traducida al español, parece inscribirse en esa tradición con algunas características que la hacen especial. La obra reúne cuatro narraciones en torno a argumentos de muerte y crimen rural, con un toque irónico que pervierte un tanto ese carácter trágico que se encontraba en los narradores citados anteriormente, y que se explora en alguno de estos relatos. Historias de cazadores y de mili, con muy pocas mujeres entre los personajes, crímenes rurales y elementos de crueldad y sangre, e historias contadas dentro de las historias.
Las horas del búho son las horas en que se puede cazar con un hilo de luz, cuyo significado resulta determinante en la primera de estas historias, pero, en las siguientes, el autor prefiere impulsar otro significado: el del canto del búho como premonición de una desgracia. Txiliku gusta del elemento premonitorio de los acontecimientos o de las frases repetidas (como puede verse en Gafe).
La impronta del realismo mágico y la utilización de un ciclo de historias son dos de las técnicas que hacen atractivas las narraciones: es decir, los personajes de un cuento, aparecen en otro (en concreto los personajes del primero y segundo son protagonistas en el tercero), o el espacio es el mismo en el tercero y cuarto relatos, aunque en éste se ha realizado un viaje hacia el pasado. Esa concepción cíclica y autorreferencial resulta sugestiva. Pero cuenta en contra una tendencia a la reiteración de las ideas y de las frases, puesto que el autor parece trabajar dentro de un juego del casticismo del lenguaje, y el final conocido de alguno de los cuentos.
La traducción merece un punto aparte. La adaptación de Jorge G. Aranguren es meritoria, pero en algunos momentos peca de dureza, aunque no resulta fácil traducir un mundo de frases reticentes, que sugieren más que dicen.
Txiliku [Jesús Mari Olaizola]: Las horas del búho. Abra. Ttarttalo. San Sebastián, 2003, 148 páginas.
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