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Columna
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Hoyo

LA NOTICIA del mortal accidente sufrido por un miembro del Gobierno, Lionel Wallace, al caer en una excavación próxima a la estación de East Kensington, conmovió a la opinión pública británica, que, además, habría quedado sorprendida de conocer la verdadera causa del fatal despiste del honorable político. En el secreto de ésta tan sólo estaba un amigo íntimo de la infancia, al que la víctima había confiado que vivía obsesionado por atravesar la misma puerta verde sobre un muro blanco que circunstancialmente le había franqueado, a los cinco años, la entrada a un paraíso terrenal, pleno de bienestar, felicidad y belleza, pero a la que, durante el resto de su vida, cada vez que se le volvió a presentar, las muy diversas ocupaciones y requerimientos de su atareada existencia no le dejaron traspasar. Según obtenía éxitos y recompensas en su brillante carrera profesional, el pobre Wallace se fue resintiendo por haber elegido la senda más frustrante y banal, en vez de la que, a través de esa mágica puerta verde, le había tan profundamente reconfortado cierta vez en su lejana niñez. No es así, pues, extraño, tal y como se cuenta en el relato La puerta en el muro (Acantilado), de H. G. Wells, que el desesperado hombre público acabara confundiendo la valla de un desmonte con el paso a esa otra dimensión soñada.

Según el experto sinólogo suizo Jean-François Billeter, en su libro Cuatro lecturas sobre Zhuangzi (Siruela), para este sabio chino el ser humano, coaccionado por los condicionamientos sociales, se encuentra impedido para captar la potencial fuerza de su naturaleza, que debe regirse mejor desde el cuerpo que desde la conciencia. Buscando un parangón en el pensamiento occidental para esta perspectiva, Billeter menciona las experiencias relatadas por el escritor romántico alemán Kleist y el pintor y poeta de vanguardia Henri Michaux, significativamente dos artistas describiendo sus respectivos estados de videncia.

Reflexionando acerca del trágico final de su célebre, pero insatisfecho, amigo Wallace, el relator del cuento de Wells no está seguro de si éste fue o no traicionado por su quimérica puerta verde: "He aquí el misterio más íntimo de estos soñadores, de estos visionarios y de la imaginación. Nosotros vemos nuestro mundo como algo normal y corriente, vemos la valla y el hoyo. Según nuestra percepción terrenal, Wallace dejó atrás una vida segura, para adentrarse en la oscuridad, el peligro y la muerte. Pero, ¿acaso él lo vio así?". Cuando el discípulo Yan Hui le dijo a Confucio que había progresado hasta "quedarse sentado en el olvido", éste le contestó que se había convertido en un sabio y debería ser ya su maestro. Y es que, a veces, por no caer en un hoy, que quizá acecha tras una modesta puerta verde, recordamos todo menos lo esencial.

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