A clase con el VIH
Un juez ordena a las escuelas de Kenia admitir a huérfanos seropositivos
Los 91 niños del orfanato de Nyumbani (en swahili, Nuestra Casa), en las afueras de Nairobi (Kenia), podrán ir al colegio. La decisión fue tomada ayer, después de que los representantes de la institución demandaran a las autoridades educativas por no permitir que sus pupilos, que tienen VIH, fueran a los colegios públicos. El orfanato fue fundado hace 11 años por el jesuita estadounidense Angelo D'Agostino. Además de a los internos, atiende a otros 600 externos. Los pequeños son parte de los 900.000 huérfanos que el sida ha dejado en el país.
La mayor esperanza de vida de los niños ha llevado a los directores del orfanato a buscar ofrecerles algo más que atención sanitaria. Los niños crecen, y para su futuro es indispensable que reciban una formación. Unos cuarenta estudian en colegios privados, lo que cuesta en matrículas a las arcas del orfanato un millón de chelines kenianos (unos 10.500 euros). El resto recibían clases en la misma institución cuando su salud se lo permitía.
La sentencia es otra victoria del padre D'Agostino, el primero en importar antivirales sin permiso
Los directores de Nyumbani se plantearon escolarizar a los niños animados por la promesa electoral del presidente Mwai Kibaki, elegido en diciembre de 2002, de hacer la educación primaria gratuita y obligatoria. Fruto de este plan han entrado 1,5 millones de niños en las escuelas. Pero los primeros intentos de escolarizar en centros públicos a los huérfanos de Nyumbani fueron desalentadores.
Protus Lumiti, director del centro, quería normalizar la vida de los niños enviándolos a escuelas públicas cercanas. Y se topó con el estigma asociado al sida. "Casi todos los niños a los que enviamos a las escuelas de la zona fueron rechazados cuando los directores se enteraron de que provenían de Nyumbani", ha declarado D'Agostino a Reuters. "Sólo tres se libraron de la expulsión evitando que se les identificara con el asilo", ha añadido el jesuita.
Lumiti recuerda que el VIH no se transmite durante el juego o comiendo juntos, sino por prácticas de riesgo (compartir jeringuillas o tener relaciones sexuales sin protección). "Los científicos y los médicos han demostrado que los niños con VIH pueden hacer una vida normal, sana, plena y fructífera, y no suponen ningún riesgo para la salud de los otros", dice.
Los encargados del orfanato no se rindieron, y en nombre de los 50 niños rechazados en los colegios públicos llevaron el caso a los tribunales y demandaron al Gobierno por discriminación. Un día después, llegó la respuesta oficial: los niños serán escolarizados en escuelas públicas. "Se trata de un acuerdo entre el Ministerio de Educación, el Ayuntamiento y el orfanato", afirmó Ababu Namwamba, abogado de los querellantes. Los primeros cuatro niños comenzaron a ir a clase ayer mismo.
No es la primera victoria de D'Agostino. Hasta hace poco, el único objetivo de Nyumbani era atender a los niños hasta que morían. Pero la situación empezó a cambiar hace tres años, cuando el orfanato decidió importar (sin permiso) medicamentos genéricos de la empresa india Cipla para tratar el sida de los pequeños. D'Agostino no sólo fue pionero en saltarse las limitaciones que la Organización Mundial del Comercio (OMC) y las multinacionales ponían al acceso a los fármacos. También creó la necesidad de pensar en el futuro de los niños, que aunque sean portadores del VIH pueden llevar a cabo una vida casi normal y empiezan a dejar la infancia en el establecimiento, lo que les obliga a buscar un espacio laboral independiente.
El 7,5% de la población de Kenia (2,2 millones de 30) vive con el VIH o padece sida. "Luchamos contra la discriminación y el estigma. Confiamos en que la decisión del tribunal nos permita apelar al Parlamento para que apruebe la ley que penalice la discriminación de las personas que viven con el VIH", ha dicho D'Agostino.
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