Dignidad
Escribía el arquitecto Hernández Pezzi en estas páginas refiriéndose a los desmanes urbanísticos acaecidos en Marbella que el problema no es, o no debe ser, dinerario y judicial sólo, sino que debe ser, también, una cuestión de dignidad y decencia para mantener una posición firme y justa ante lo acaecido.
Pezzi es muy optimista. El modelo de Marbella es anhelado por políticos sin escrúpulos, traficantes de influencias y desaprensivos empresarios que buscan el lucro millonario aunque para ello cercenen el futuro y el crecimiento sostenible y recurran a todas las artimañas posibles para torcer voluntades. ¿Qué se puede hacer con quienes de la noche a la mañana se hicieron millonarios con plusvalías fuera de la ley? ¿Y qué habría que exigirle a los políticos que, contra la ley, dieron y firmaron licencias de obras? Pedirle dignidad y decencia parece mucho. Por tanto, que paguen. Y que sirva de ejemplo.
No hay que irse muy lejos de Marbella para comprobar que la historia no ha terminado. En el ojo de los especuladores, algunos de ellos mamaron en Marbella su modo de operar, están las playas de Tarifa, Playa Bolonia, Barbate y una buena parte del levante gaditano; y si allí lo tienen difícil, ya rondan la Axarquía malagueña. Es, por tanto, digno de alabar la extrema dureza con la que la consejera de Obras Públicas, la silenciosa y eficaz Concepción Gutiérrez, quiere imponer la ley, gobierne quien gobierne en los ayuntamientos. Y si no que se lo digan a los alcaldes socialistas de la costa oriental malagueña.
Hay, sin embargo, ciertos atisbos de esperanza que pueden hacer bueno el deseo de Pezzi, como las recientes paralizaciones de proyectos turísticos en Antequera y Ronda, o que el alcalde de Benalmádena, Enrique Bolín, decidiera detener la construcción de un hotel de lujo por haberse descubierto importantes restos arqueológicos en el subsuelo. O que en el valle del Genal, estrechamente vigilado por el delegado de Obras Públicas, Ruiz Povedano, se paralicen urbanizaciones nacidas con nocturnidad y alevosía. Puede que recobremos la dignidad y la decencia y ya es un síntoma positivo que se le haya encargado a los arquitectos José Seguí y González Fustegueras la planificación territorial de Málaga y la Costa del Sol. Tiempo de esperanza.
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