_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Dignidad

Escribía el arquitecto Hernández Pezzi en estas páginas refiriéndose a los desmanes urbanísticos acaecidos en Marbella que el problema no es, o no debe ser, dinerario y judicial sólo, sino que debe ser, también, una cuestión de dignidad y decencia para mantener una posición firme y justa ante lo acaecido.

Pezzi es muy optimista. El modelo de Marbella es anhelado por políticos sin escrúpulos, traficantes de influencias y desaprensivos empresarios que buscan el lucro millonario aunque para ello cercenen el futuro y el crecimiento sostenible y recurran a todas las artimañas posibles para torcer voluntades. ¿Qué se puede hacer con quienes de la noche a la mañana se hicieron millonarios con plusvalías fuera de la ley? ¿Y qué habría que exigirle a los políticos que, contra la ley, dieron y firmaron licencias de obras? Pedirle dignidad y decencia parece mucho. Por tanto, que paguen. Y que sirva de ejemplo.

No hay que irse muy lejos de Marbella para comprobar que la historia no ha terminado. En el ojo de los especuladores, algunos de ellos mamaron en Marbella su modo de operar, están las playas de Tarifa, Playa Bolonia, Barbate y una buena parte del levante gaditano; y si allí lo tienen difícil, ya rondan la Axarquía malagueña. Es, por tanto, digno de alabar la extrema dureza con la que la consejera de Obras Públicas, la silenciosa y eficaz Concepción Gutiérrez, quiere imponer la ley, gobierne quien gobierne en los ayuntamientos. Y si no que se lo digan a los alcaldes socialistas de la costa oriental malagueña.

Hay, sin embargo, ciertos atisbos de esperanza que pueden hacer bueno el deseo de Pezzi, como las recientes paralizaciones de proyectos turísticos en Antequera y Ronda, o que el alcalde de Benalmádena, Enrique Bolín, decidiera detener la construcción de un hotel de lujo por haberse descubierto importantes restos arqueológicos en el subsuelo. O que en el valle del Genal, estrechamente vigilado por el delegado de Obras Públicas, Ruiz Povedano, se paralicen urbanizaciones nacidas con nocturnidad y alevosía. Puede que recobremos la dignidad y la decencia y ya es un síntoma positivo que se le haya encargado a los arquitectos José Seguí y González Fustegueras la planificación territorial de Málaga y la Costa del Sol. Tiempo de esperanza.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_