Evangelio y prisión
En su breve ensayo Evangelio y prisión, José Antonio Pagola aporta ideas "como punto de partida para la reflexión" que pueden sensibilizarnos a todos en el problema de los presos, los grandes desconocidos de la sociedad.
Todo arranca de una prisión que no reconcilia al preso con la sociedad, sino que se limita a imputarle sus delitos, alejada de la finalidad del ordenamiento penal que proclama la resocialización del penado. En la prisión lo que hay es enfermedad social y deterioro humano anclados en el principio de quien la hace la paga, sin atender al origen de cada delincuencia. En este contexto es donde la Pastoral Penitenciaria se configura como una "pastoral de acompañamiento en el proceso de recuperación personal" de unos presos que sufren la indiferencia social a su problema incluidas las comunidades cristianas, mal informadas y peor concienciadas en el tema.
Pagola aboga por un trabajo pastoral de sensibilización y concienciación de todos: la sociedad debe conocer el sufrimiento injusto que produce el actual sistema abordando el modelo de cárcel como un problema (puesto que no es una solución) para buscar alternativas sociales eficaces, empezando por la mayor involucración de los cristianos desde lo que Pagola llama principio-misericordia para erradicar el sufrimiento extra infligido a los presos.
El principal objetivo de toda Pastoral Penitenciaria es la atención y servicio a la persona del preso y la defensa de sus derechos buscando salvarle de la marginación y la soledad que acarrea la pena (algo que no aparece en ninguna disposición legal), atendiendo sus problemas, codo con codo en el proceso de recuperación personal. La acción pastoral alcanza a la familia y la asistencia poscarcelaria, pues la preocupación por el preso no termina en la prisión.
Para Pagola, la Pastoral Penitenciaria bebe el mensaje evangélico del perdón de Jesús que acogía a los pecadores sin esperar a su arrepentimiento y conversión, buscando la cercanía del perdón y la misericordia más la justicia, como enseñan las Bienaventuranzas. Se trata de que los condenados por la sociedad experimenten esa acogida y sientan que Dios les acepta y les ama de manera incondicional también a ellos, trabajando la reinserción humana y penal del recluso y su promoción desde el respeto, cercanía, escucha,... sin utilizar el rechazo o la condena.
Sirva esta reflexión para recordar que la realidad penitenciaria es la que es para muchas personas, la mayoría jóvenes, enfermos y pobres que sufren muy por encima de lo que el objetivo de la reinserción legal prevé y no consigue. Sería pedagógico que una vez al año todos fuésemos de visita a una cárcel.
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