El fundamentalismo del mercado
La palabra mercado es ya como la sal: hay quien la utiliza para condimentar, a modo de explicación, cualquier tipo de abuso. Los escándalos corporativos, la manipulación de las cuentas, los sueldos galácticos de los directivos, e incluso las diferencias en la distribución de la riqueza, son consecuencias inevitables, dicen, del triunfo de los mercados financieros como instrumento regulador de la economía. El funcionamiento del mercado, además, es libre, y el único papel que le queda al Estado es garantizar el derecho a la propiedad privada de los individuos.
Esta forma de pensamiento es definida por John Kay como modelo americano, y es el que supuestamente ha triunfado después de la caída del muro de Berlín. Kay lo llama fundamentalismo de mercado: "La creencia de que intervenir en su funcionamiento nunca está justificado".
The truth about the markets
John Kay
Penguin
ISBN 0-713-99489-4
John Kay, que ha sido profesor de la London School of Economics, ha escrito un libro sobre el mercado. Pero The truth about the markets -que significa La verdad acerca de los mercados; el libro está editado en inglés- pretende ir más allá. Kay no habla sólo, ni siquiera principalmente, de los mercados financieros. Utiliza como idea base del libro la forma de funcionar del modelo económico americano -sostenido por esos mercados financieros-, pero lo hace para definir el resto de los modelos y para responder a preguntas económicas básicas: ¿por qué unos países son más ricos que otros? ¿Cuál es el papel del régimen económico y político en esa situación, y cuál el de los recursos naturales? ¿Qué papel debe cumplir el Estado en la economía? Kay cree que éstas son las preguntas que hay que realizar, y frente a ellas, las que tradicionalmente se formulan en los medios económicos -¿subirán los tipos de interés?, ¿cómo hay que interpretar las últimas cifras macroeconómicas?- "son aburridas e intrascendentes".
Éste es, así, un libro sobre economía y mercados poco corriente porque no habla prácticamente de ninguno de los dos conceptos. Kay pasa buena parte de la obra explicando cuáles son las instituciones que definen nuestra vida económica, pero ninguna de ellas son instituciones económicas, sino que trata, más bien, de acotar el papel en la economía del lugar de trabajo o el hogar. También habla del funcionamiento de los mercados, pero no los financieros, sino de los de alimentos, flores o electricidad. Con un lenguaje muy sencillo, y a menudo muy crítico y políticamente incorrecto, Kay describe la vida de una profesora suiza o un granjero indio para explicar las diferencias en el nivel económico de uno y otro.
Esta obra es simple, clara y, por tanto, muy recomendable para quien no sepa nada de economía o tenga la idea equivocada de que es sólo una retahíla de porcentajes y complejas siglas que no tienen ninguna consecuencia en la vida real. Se puede estar de acuerdo o no con Kay, y se puede admirar o criticar su estilo. Pero no se puede negar el esfuerzo que realiza por que la economía descienda del pedestal al que algunos expertos se empeñan en alzarla, y hay que reconocer que no tiene pelos en la lengua para expresar una opinión que puede llegar a ser impopular: el modelo americano de hacer negocios no puede ni debe definir la economía porque los países que aplican la receta de individualismo sin restricciones, más un gobierno mínimo, están entre los más pobres del planeta.
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