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Brasil se resiste a que la ONU inspeccione su programa nuclear

Juan Arias

Naciones Unidas está presionando a Brasil para que acepte una inspección internacional sobre la producción de uranio enriquecido, anunciada hace dos meses por el ministro de Ciencia y Tecnología, Roberto Amaral. Después de los avances en este sentido conseguidos en Irán y Libia, la ONU querría que también Brasil aceptase una inspección más a fondo. Sin embargo, el Gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva se está resistiendo a dicha inspección, alegando que el esfuerzo que el país está haciendo en el enriquecimiento de uranio es exclusivamente pacífico, y está destinado a alimentar sus centrales nucleares generadoras de energía eléctrica de Angra I y Angra II.

En 1997, Brasil se adhirió al Tratado de No Proliferación Nuclear y desde entonces siempre ha permitido visitas de inspección controladas y limitadas a las centrales nucleares. Pero el Gobierno se ha negado hasta ahora a aprobar el llamado protocolo adicional, que autoriza las inspecciones sin previo aviso.

Lo cierto es que Brasil, que ya posee el sexto mayor depósito de uranio del mundo, está dispuesto a continuar la producción de dicho uranio enriquecido no sólo para abastecer a sus centrales nucleares, sino también para exportar a otros países, tal como anunció el ministro Amaral a principios de octubre pasado. El propósito del Gobierno de Lula es poder producir hasta 2010 el 60% del uranio que necesitarían las centrales nucleares de Angra y a partir de 2014 poder ya exportar uranio.

Producción de uranio

Según anunció el ministro Amaral, el uranio será producido en las fábricas de las Industrias Nucleares de Brasil (INB) en la ciudad de Resende, en el Estado de Río de Janeiro. Según los cálculos realizados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, la producción del combustible en Brasil, en 14 meses, generará 10 millones de euros.

En este momento, el mineral extraído por la INB se transforma en un concentrado que se envía al exterior para que, convertido en gas, sea enriquecido en centrífugas que separan las partículas de uranio encontradas y aumentan la concentración del material que después produce energía. Pero la fábrica del INB ya posee centrífugas y los ordenadores necesarios para realizar esa etapa de producción.

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El Gobierno de Lula dio un susto a la opinión internacional cuando el ministro Amaral, al poco tiempo de tomar posesión de su cargo, dio a entender que Brasil podría construir algún día armas nucleares. Amaral lo había justificado afirmando que no era posible prever cuáles podrían ser en el futuro los equilibrios mundiales. Pero el ministro fue obligado a retractarse. Dijo que había sido mal interpretado, aunque añadió que nadie podía prohibir a Brasil dotarse de la tecnología necesaria para poder producir armas atómicas, siempre que no las construyera.

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