_
_
_
_
Reportaje:

Sexo sin prejuicios

El pionero Instituto Espill cumple 20 años dedicados al tratamiento de los problemas psicológicos y sexuales

Llevan veinte años dedicados al sexo. De hecho, es su oficio, su profesión. Y para llevarlo a cabo crearon el Instituto de Psicología, Sexología y Medicina Espill. Tienen la sede en Valencia, en un pequeño piso de la calle Serpis por donde ha pasado parte de la historia sexual de varias generaciones de la ciudad.

A la cabeza del instituto están la psicóloga María Pérez y su marido, el sexólogo Juan José Borrás. Después de tantos años de experiencia, el doctor piensa que la cuestión fundamental sigue sin solucionarse. Reconoce que ahora hay más información, pero detecta una falta de educación que hace que muchos problemas se repitan.

Además, en los últimos tiempos, el instituto ha tenido que dedicarse a cuestiones más arduas como la violencia de género y los abusos infantiles. "Con respecto a la violencia doméstica hemos creado un programa de intervención en colaboración con la Consejería de Bienestar Social", explica el doctor Borrás, "en el que huimos tanto del victimismo de las mujeres como de acusar a los hombres. Creemos que la clave está en la concordia".

La violencia de género y los abusos infantiles ocupan parte de sus programas

Las estadísticas de los abusos a menores son alarmantes, según el doctor. "Un 20% de los niños la sufren. Eso significa que uno de cada cinco la está viviendo de una forma u otra. Evidentemente, la severidad no es la misma en todos los casos, y también habría que diferenciar los abusos físicos de los psíquicos, pero los números están ahí", advierte. Los malos tratos no tienen en cuenta clases ni estatus sociales. Según el doctor, que ha trabajado en más de 600 casos, no hay profesión que se libre: "En todas hemos encontrado abusadores. Aquí sí que desaparece las diferencias de clases", sentencia.

Aquí se intenta llevar el tema con la mayor discreción y por supuesto, lo más importante, es evitar que los menores se sientan violentos o coaccionados. Para ello han preparado una de las habitaciones del instituto como si fuese una guardería, donde los niños disponen de sillitas, una pequeña mesa y diferentes juegos para entretenerse.

El sexólogo explica el porqué de tantas precauciones. "Hay que intentar que el niño se sienta lo mejor posible. Que esté tranquilo y vaya cogiendo confianza. Por eso hemos decidido grabar las historias y evitar que los chavales tengan que recordar constantemente los momentos más desagradables. Así el equipo puede trabajar sobre las declaraciones, estudiarlas con detalle y sacar conclusiones".

Y sobre este tema, aclara: "Me gustaría que la gente supiera que cuando alguien sospeche que un niño puede estar sufriendo abusos no es necesaria una denuncia. Sólo necesita avisar a la consejería o llamar al teléfono de orientación sexual. Nosotros nos encargamos de estudiar el caso".

Borrás también quiere remarcar "por si alguien piensa lo contrario", que los malos tratos han existido siempre. "La ventaja es que en los últimos años empiezan a denunciarse y eso nos deja avanzar en este terreno, pero no es un problema nuevo, ni mucho menos. Lo que ocurre es que antes se ocultaban o se aceptaban como tales", relata.

Otras cuestiones que han observado en los últimos tiempos son los cambios en las preocupaciones sexuales, sobre todo en las chicas. "La moda de los cuerpos danone ha influido mucho, sobre todo en jóvenes con poca autoestima", aclara el doctor, "por eso hemos detectado que hay un 90% que estaría dispuesta a operarse el pecho. Es muy fácil influir en ellos y se pueden llegar a cometer muchas barbaridades al respecto".

Sin embargo, entre los chicos siguen siendo importantes los tópicos de siempre. Según cuenta Borras, los complejos sexuales fundamentales son el pene pequeño y la eyaculación precoz. "El tamaño lo ven como una cuestión de virilidad, de un poder mal entendido, pero ahí sigue. Son problemas fáciles de solucionar pero si no se hace, pueden influir en las relaciones de pareja y crear muchas inseguridades", diagnostica.

Como igual de inseguros se sienten los adictos al sexo, aunque el doctor está convencido de que ésta es una cuestión más mediática que otra cosa. "Numéricamente no tiene mayor importancia. Lo mismo ocurre con las parafilias, es decir, las perversiones sexuales clásicas, como el erotismo, son más un juego o una fantasía, que una cuestión clínica", aclara.

Aún así, la visita al sexólogo sigue siendo conflictiva para muchas personas. "A la gente le agobia pensar que el problema es sólo suyo, la sensación de anormalidad es brutal. Yo comparo el sexo con la comida. Ahora comienza a existir una cierta cultura culinaria que nos está ayudando a saborear y poder disfrutar con más intensidad de una buena comida. Con el sexo debe ocurrir lo mismo", compara.

Y para conseguirlo, el doctor tiene una máxima para su instituto. "La clave esta en la flexibilidad, la tolerancia y el respeto. Creo que hemos avanzado y la mayoría de la gente disfruta de una vida sexual sana, pero también pienso que hay muchas cosas que pueden optimizar el placer y que deberían ejercitarse para conseguir una mayor calidad de vida", indica.

"Todo ello", termina explicando el doctor Borrás, "nos ayudará a vivir mejor y a olvidarnos de cuestiones tan deterministas como la religión, muy influyente todavía en nuestro país. De hecho, a los creyentes les resulta muy difícil unir el placer con los valores religiosos y no debería ser así. El placer no tiene por que ser sospechoso", concluye.

Una ayuda necesaria

El doctor Juan José Borrás y la psicóloga María Pérez crearon el instituto Espill en 1983, cuando el sexo era un tema tabú. La idea surgió cuando los dos terminaron sus carreras y decidieron crear el centro.

"Era un campo virgen", explica Borrás, "acabábamos de salir de una dictadura y cualquier cosa que significara disfrutar estaba prohibida. Además, nosotros pretendíamos crear un centro de formación e investigación".

Los inicios no fueron fáciles. No existían los planings familiares y ellos tenían que suplir ese hueco. Entonces los problemas eran más de educación y planificación. La mayoría de las consultas versaban sobre la píldora y los métodos anticonceptivos.

"Parecíamos más un centro de orientación gratuita que un instituto de investigación", define el doctor, y lo ilustra: " Los lunes, cuando llegábamos, sabíamos que la mayoría de las llamadas serían para pedirnos ayuda sobre cuestiones tan peregrinas como qué hacer si se rompe el condón o qué puede pasar después de mantener relaciones sexuales el fin de semana".

Poco a poco, estos problemas desaparecieron y el instituto comenzó a atender otro tipo de necesidades. Les llamaron los colegios para que crearan programas de educación sexual para los estudiantes e incluso, para los mismos profesores, ya que muchos de ellos, cuando los niños planteaban problemas sobre el sexo, no sabían cómo responder.

"Aún existen muchos profesores con prejuicios e incluso, hay médicos que prefieren no hablar con sus pacientes sobre los problemas sexuales porque ni ellos mismos saben cómo enfrentarse al enfermo para hablar de estas cuestiones", matiza.Aún así, con el tiempo el instituto ha podido centrarse más en la investigación y en la planificación de másters y cursos como el de sexología y psicoterapia integrada creado conjuntamente a la Universitat de València, que ya lleva cuatro ediciones.

Borrás es presidente del Comité de Derechos Sexuales de la Asociación Mundial de Sexología (WAS) y ha conseguido que la OMS reconozca la Declaración de los Derechos Sexuales, una iniciativa que surgió en Valencia durante la celebración del 13º Congreso Mundial de Sexología.

Toda una evolución que hace que ambos se sientan satisfechos del esfuerzo realizado y "por las posibilidades de trabajar en equipo".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_