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Columna
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¿Qué ha pasado aquí? Ha pasado el PP

Soledad Gallego-Díaz

En medio de páginas y páginas sobre lo que dicen unos y otros respecto al futuro de España, el respeto a la Constitución y la unidad del Estado, en algunas ediciones regionales se incluyen a veces noticias ejemplares, llenas de datos y de hechos. Por ejemplo, esta semana, el portavoz del Gobierno, Eduardo Zaplana, ha ocupado grandes titulares en las radios, en la televisión y en las secciones de política de los grandes diarios por calificar el discurso de Pasqual Maragall de "sencillamente intolerable", "un pulso al Estado de derecho, a la democracia y a la Constitución". Lo que importa no es que el señor Zaplana haya casi avergonzado al más moderado señor Piqué con su zafiedad. Lo que debería importar aparecía en una edición local, unas páginas más adelante. Contaba algo menos llamativo, pero mucho más concreto respecto al señor Zaplana. En Valencia, en los años en los que el PP ha sido responsable de la Comunidad, la relación entre enseñanza pública y privada se ha invertido: la enseñanza privada concertada, es decir los colegios religiosos, han pasado de suponer el 40% de la matrícula de Enseñanza Secundaria Obligatoria a casi el 60%, mientras que el alumnado de ESO en los colegios públicos descendían en la misma y alarmante proporción.

¿Que ha pasado? Ha pasado el PP y, mientras todo el mundo discute sobre los grandes temas de Estado, pocos se fijan en la huella que va dejando el Partido Popular y políticos como el señor Zaplana en muchos sectores de la vida pública. En Inglaterra, al final de la época conservadora, sucedió algo igual. What happened here?, ¿Qué ha pasado aquí?, preguntaban carteles colocados en las ventanas de algunas escuelas públicas y hospitales ante la alarmante bajada de los niveles de calidad de los servicios que ofrecían. Y se contestaban: "Mrs. Thatcher. Eso es lo que ha pasado aquí".

¿Por qué aumenta el número de padres valencianos que envía sus hijos a la escuela privada concertada y renuncia a la escuela pública? El asunto no se debería analizar en las páginas de sociedad, sino encabezar las secciones de política porque es un asunto vinculado estrictamente a la toma de decisiones políticas. Los padres envían a sus hijos a la escuela concertada no porque en Valencia les haya entrado en ocho años un repentino ataque de religiosidad, sino porque creen que las escuelas públicas no han ido mejorando de acuerdo con los tiempos. Y no han ido mejorando porque el Gobierno del ahora escandalizado señor Zaplana ha ido retrasando la construcción de escuelas públicas nuevas y negando instalaciones más modernas; porque se desalienta la oferta de nuevos servicios escolares y porque se ponen inconvenientes económicos, y de todo tipo, a las iniciativas que supongan promover, animar y revitalizar la escuela pública. De forma que las escuelas religiosas, más activas y agresivas en su búsqueda de nuevos alumnos, se encuentran con todo el campo libre.

Si alguien lee el programa entero del Gobierno de Maragall comprobará que estos temas forman parte importante de su proyecto. Pero a Zaplana no tiene por qué preocuparle. Increíblemente, en su primera intervención ante el Parlament, el primer líder socialista que llega al poder en más de diez años decidió suprimir de cuajo toda referencia a temas sociales, a todo lo que no fuera reivindicar el catalanismo. Fue Maragall quien envió la educación a la sección de sociedad. Fue él quien optó por reducir la política, una vez más, al Estatuto de Autonomía y al problemático y, quizás inevitable, nuevo pacto constitucional que subyace detrás de su oferta. El PSC no dirá adiós a España, dijo, evocando los versos de su abuelo: "¿Donde estás España? Yo no te encuentro. ¿No oyes mi voz atronadora? ¿No entiendes esta lengua, que te habla entre peligros? ¿Has olvidado entender a tus hijos? Adiós España" (Joan Maragall). Quizás sería oportuno recordarle estos otros: "Vigila, esperit, vigila/ No perdis mai el teu nord/ no et deixis dur a les tranquiles aigües manses de cap port".

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