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Italia considera que su presidencia de la UE no ha sido un fracaso

Enric González

El Gobierno italiano no siente ninguna sensación de fracaso en sus últimas jornadas de presidencia europea. Al contrario, considera que ha conseguido avances importantes en materia de defensa, que ha trabajado bien frente al problema de la inmigración ilegal y que ha desatascado la designación de las sedes de varias agencias de la UE. El fiasco constitucional de la cumbre de Bruselas era "previsible" y el desencaje del pacto de estabilidad, "inevitable", según un alto cargo de la Administración de Silvio Berlusconi, para el que resulta "absurdo" cargar responsabilidades sobre Italia.

Por otra parte, en el semestre de Berlusconi se han acumulado en cantidad insólita incidentes diplomáticos, malentendidos y enfrentamientos con la Comisión. El presidente del Gobierno italiano y los suyos atribuyen esos desajustes a la rivalidad política y enemistad personal entre Berlusconi y Romano Prodi, a los prejuicios de la prensa y, en general, a la falta de comprensión ajena. Se ha comprobado una vez más, en cualquier caso, que el peculiar estilo de Silvio Berlusconi resulta efectivo para una parte sustancial del electorado italiano, pero no es exportable.

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La presidencia italiana ha tenido problemas de fondo y problemas de forma. Los de forma son atribuibles a la personalidad del empresario-político que dirige Italia: hizo una broma sobre un presunto amante de su esposa en rueda de prensa con el primer ministro danés; llamó "capo de campo de concentración" a un europarlamentario alemán... Se podría elaborar una larga lista. "Es cierto, Berlusconi no es políticamente correcto, habla un lenguaje que entiende el hombre de la calle; por otro lado, la prensa airea sistemáticamente cualquier broma de Berlusconi, y no habla jamás de los chistes privados del canciller Gerhard Schröder, mucho más groseros", se queja un asesor del primer ministro.

Problemas de fondo

Los problemas de fondo derivan fundamentalmente de dos factores: la ambición diplomática de Berlusconi, empeñado en conseguir para Italia un papel destacado en la escena mundial, y el escaso entusiasmo europeísta de la Liga Norte, partido miembro de la coalición conservadora en el Gobierno. Umberto Bossi, líder de la Liga y uno de los hombres fuertes del Gobierno, se declaró, por ejemplo, extremadamente satisfecho por el fracaso de la cumbre de Bruselas y por la ruptura del pacto de estabilidad. Giulio Tremonti, el ministro de Economía, es un hombre cercano a Bossi.

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Berlusconi privilegia las relaciones personales por encima de las institucionales y George Bush, Vladímir Putin y Ariel Sharon son para él los tres pilares sobre los que construir "una Italia que cuente en el mundo". Cuando defendió la política rusa en Chechenia en presencia de unos atribulados Romano Prodi y Javier Solana, y cuando habló en favor del muro cisjordano del Gobierno israelí pese a la clara oposición de la UE al mismo, Berlusconi tenía muy claras sus prioridades.

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