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Las estrellas del rock venden grabaciones de sus actuaciones

Diego A. Manrique

La necesidad es la madre del ingenio, recordaba Frank Zappa: enfrentados al descenso constante en las cifras de ventas de los discos oficiales, grupos y solistas del rock han encontrado una modesta mina de oro en la comercialización de sus grabaciones en directo. Se trata de atender la insaciable demanda de los fans obsesivos que antes cubrían los bootleggers, los pirateadores de material inédito. La revolucionaria idea partió de Pearl Jam, que acababa de perder su batalla legal contra el monopolio virtual de ventas de entradas de la empresa Ticketmaster, que aplica grandes recargos. Cansados de que se vendieran registros deficientes de sus apariciones, los músicos de Seattle editaron en otros tantos discos los 72 conciertos de su gira de 2000.

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Tres años después, todo tipo de artistas se han apuntado a la iniciativa en el mercado estadounidense. The Who han publicado todos sus conciertos de 2002; Peter Gabriel, Phish, Primus y, nuevamente, Pearl Jam ofrecen testimonios completos de cada actuación de este año. Duran Duran, los Allman Brothers, Jimmy Buffett y otros venden shows selectos.

Copias en 10 minutos

Generalmente, los discos se venden a través de Internet, en descargas o ya prensados. Rizando el rizo, hay grupos que ponen en venta los discos la misma noche del concierto. En cuanto se apaga la última nota, la grabación master va de la mesa de mezclas hasta las torres de tostadoras, que elaboran copias en 10 minutos. Inmediatamente, éstas se llevan a los puestos de merchandising, donde los espectadores pueden adquirirlas por precios de 15 a 25 dólares por CD doble (las empresas que se ocupan del proceso de fabricación cobran alrededor de seis dólares por cada copia).

Precisamente, algunos managers

ponen objeciones económicas a la venta de directos, ya que compiten directamente con otros productos clásicos de merchandising -carteles, camisetas y todo tipo de prendas-, donde los márgenes de beneficios son altísimos.

Las discográficas se mostraron renuentes, hasta que algunos estudios de mercado demostraron que esos discos no disminuyen las ventas de sus lanzamientos: es habitual que los adictos compren todos los directos disponibles, al igual que hacen con el producto que se distribuye convencionalmente. Así, un grupo de repertorio cambiante como Phish, heredero de la espontaneidad aventurera de The Grateful Dead, ha despachado unos 150.000 directos, con unos ingresos brutos de dos millones de dólares. Según Irving Arzoff, el pragmático representante que desarrolló implacables formas de explotar la reputación de grupos de leyenda como The Eagles, se trata de una idea rentable a la que se apuntarán muchos artistas en los próximos tiempos.

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