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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Patatas de pescado

De la nueva generación de narradores norteamericano es Jonathan Lethem (Nueva York, 1964) quien ha abrazado más decididamente uno de los rasgos del posmodernismo en el que con diferentes matices todos militan (algunos tal vez preferirían llamarlo literatura pop): la utilización irónica de los géneros literarios, el uso a veces simultáneo de varios de ellos en textos híbridos que, además de a obras clave del género particular que remedan, remiten en sus referencias culturales a campos no estrictamente literarios como son el cine, la televisión, el cómic o la publicidad. De este particular gusto por la literatura de género, Lethem ya dio buena cuenta en el que era hasta ahora su único libro en castellano, y sin duda el mejor de todos los suyos: Huérfanos de Brooklyn, una historia de detectives que, manteniéndose fiel a las leyes de la novela negra, las subvertía en algo fundamental: su detective, aquejado del síndrome de Tourette, no desentrañaba el caso gracias a la lógica deductiva, sino a los fogonazos de intuición.

En un sentido amplio, Huérfanos

de Brooklyn jugaba también con algunos elementos propios de la ciencia-ficción, el género al que, sin excluir otros, se adscriben estas dos novelas, aunque traducidas ahora, anteriores: Paisaje con muchacha, un western iniciático y crepuscular, con alienígenas en el papel de indios, ambientado en un planeta en el que una familia de terrícolas se instala para iniciar una nueva vida tras abandonar un Brooklyn apocalíptico, y Cuando Alice se subió a la mesa, una típica novela de campus norteamericano, con toques de comedia romántica y triángulo amoroso incluido, en la que un profesor de antropología lucha por reconquistar a su mujer, física de profesión, del súbito enamoramiento que sufre de, nada menos, que un agujero negro creado accidentalmente en el laboratorio donde trabaja.

Basta esa somera sinopsis de los dos libros para adelantar ya el tono predominantemente humorístico que transpiran; lo cual no es óbice para que uno y otro contengan rasgos y demuestren intenciones que les llevan a trascender el carácter de divertimento más o menos ingenioso: un retrato de la violencia que a menudo se ejerce sobre el forastero o quien es diferente en las comunidades pequeñas y cerradas, y que no es sino expresión de miedos atávicos o del afán de dominio, en Paisaje con muchacha, y una especulación sobre el todo y la nada, el amor y los universos paralelos, en Cuando Alice se subió a la mesa. De ambas es ésta, quizá por ser la menos dubitativa, la que mejor cumple las expectativas que genera y la mejor construida, pero es Paisaje con muchacha la que produce en cambio un efecto más duradero. No está bien rematada y a menudo se pierde en el apunte de elementos que luego resultan superfluos, pero los conflictos que trata, por su variedad y ambigüedad, una vez cerrado el libro continúan creciendo, mientras que los de Cuando Alice se subió a la mesa, tal vez porque su comicidad es más evidente, parecen agotarse en la anécdota que les da fuelle. Finalmente, ambas incurren, por el empuje no siempre medido de su naturaleza paródica, en cierta liberalidad inventiva responsable de la sensación que en algunos momentos embarga al lector de estar transitando por el territorio de la ocurrencia, como esas "patatas de pescado" que nacen de la tierra en el planeta donde viven los personajes de Paisaje con muchacha y que igualmente podrían ser, sin que la historia se viera afectada, patatas de gamba, guisantes de mono o coles de pistacho.

Traducción de Cruz Rodríguez Juiz. Debolsillo/Mondadori. Barcelona, 2003. 266 y 203 páginas. 12,50 y 16,80 euros, respectivamene.

Jonathan Lethem. Paisaje con muchacha/Cuando Alice se subió a la mesa.

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